Talált 183 Eredmények: morir
ni habrá más, allí, recién nacidos que vivan apenas algunos días, o viejos que no vivan largos años, pues morir a los cien años será morir joven, y no llegar a los cien será tenido como una maldición. (Isaías 65, 20)
«¿Por qué nos quedamos parados? Juntémonos, entremos en nuestras ciudades fortificadas para morir allí, pues Yavé, nuestro Dios, nos entrega a la muerte y nos da para tomar agua envenenada, porque hemos pecado contra él. (Jeremías 8, 14)
La madre que tuvo siete hijos está avergonzada y desalentada y se le acaba el resuello porque se puso el sol de su vida aun en pleno día. Y a los que queden todavía los haré morir a espada, en presencia de sus enemigos, dice Yavé. (Jeremías 15, 9)
porque no me hizo morir en el seno materno. ¡Mi madre habría sido mi tumba y yo me habría quedado siempre en su seno! (Jeremías 20, 17)
y te echaré a ti y a tu madre, que te engendró, a otro país donde ustedes no nacieron, pero donde van a morir. (Jeremías 22, 26)
En cuanto terminó de decir todo lo que Yavé le había ordenado, lo agarraron, diciendo: «Vas a morir (Jeremías 26, 8)
¿Acaso lo hicieron morir por eso Ezequías, rey de Judá, y su pueblo? Más bien temieron a Yavé e imploraron su perdón, hasta lograr que retirara el mal con que los había amenazado. Y nosotros, ¿cómo podríamos actuar de otra manera y cargar con un crimen?» (Jeremías 26, 19)
¿Acaso quieres morir tú y tu pueblo por la espada, el hambre y la peste, como Yavé lo ha amenazado a la nación que no quiera obedecer al rey de Babilonia? (Jeremías 27, 13)
Por eso así habla Yavé: Yo te echo de la superficie de la tierra y en el presente año vas a morir, por haber incitado a la rebelión contra Yavé.» (Jeremías 28, 16)
Ahora bien, escucha por favor, mi señor; acoge mi súplica y no me vuelvas a enviar a la casa del secretario Jonatán, pues tengo miedo de morir allí.» (Jeremías 37, 20)
Y aquellos jefes dijeron al rey: «Este hombre debe morir, porque sus discursos desalientan a los combatientes que quedan en esta ciudad y aun a todo el pueblo. Es evidente que este hombre no busca nuestro bien, sino que trata de perdernos.» (Jeremías 38, 4)
«¡Oh, mi señor!, esos hombres han procedido muy mal con el profeta Jeremías. Lo han echado en el pozo, donde va a morir.» (Jeremías 38, 9)