Talált 931 Eredmények: oro
Ay del que dice a un palo: ¡Despierta!, y a una piedra muda: ¡Levántate! ¿Puede dar alguna respuesta? Por más que esté cubierta de oro y plata, no abriga ningún espíritu. (Habacuc 2, 19)
Ni su oro ni su plata los lograrán salvar cuando estalle la cólera de Dios y consuma en el fuego de su celo al país de Judá y destruya sin dejar rastro siquiera a todos los que habitan esa tierra. (Sofonías 1, 18)
En el segundo año del reinado de Darío, el primer día del sexto mes, la palabra de Yavé fue dirigida por medio del profeta Ageo a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, y a Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote, para que les dijera: (Ageo 1, 1)
Ahora bien, Zorobabel, hijo de Sealtiel, Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el pueblo, escucharon estas palabras de Yavé su Dios que les hablaba por medio del profeta Ageo, pues hablaba por encargo de Yavé, su Dios. Y el pueblo se llenó de respeto a Dios. (Ageo 1, 12)
Entonces Yavé tocó el corazón de Zorobabel, de Josué y de todo el pueblo, quienes empezaron la reconstrucción de la Casa de Yavé de los Ejércitos, su Dios. (Ageo 1, 14)
que transmitiera el siguiente recado a Zorobabel, gobernador de Judá, y a Josué, sumo sacerdote, y a todo el pueblo en general: LA GLORIA DEL TEMPLO NUEVO (Ageo 2, 2)
Sin embargo, a ustedes les digo, Zorobabel, Josué y todos ustedes que son el pueblo del país, que no se desanimen. Pónganse a trabajar y yo estaré con ustedes, - palabra de Yavé de los Ejércitos. (Ageo 2, 4)
¡A mi el oro! ¡A mí la plata!, dice Yavé de los ejércitos. (Ageo 2, 8)
Dile a Zorobabel, gobernador de Judá: «Voy a remecer los cielos y la tierra. (Ageo 2, 21)
En aquel día, lo asegura Yavé de los Ejércitos, te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Sealtiel, mi servidor, y serás para mí como un anillo con mis iniciales en mi dedo. Pues a ti te he elegido, dice Yavé de los Ejércitos.» (Ageo 2, 23)
«Quítenle sus ropas sucias y pónganle un traje de gala. Coloquen además en su cabeza una corona reluciente.» Lo vistieron con el traje de fiesta y pusieron en su cabeza la corona reluciente. (Zacarías 3, 5)
Me preguntó qué veía yo, y le dije: «Veo un candelabro de oro macizo con su estanque de aceite arriba, y siete lámparas. (Zacarías 4, 2)