Talált 334 Eredmények: madre

  • Levantó siete pirámides, una frente a otra, dedicadas a su padre, a su madre y a sus cuatro hermanos. (I Macabeos 13, 28)

  • También fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. (II Macabeos 7, 1)

  • y cuando estuvieron al rojo vivo, ordenó que cortaran la lengua al que había hablado en nombre de los demás, y que le arrancaran el cuello cabelludo y le amputaran las extremidades en presencia de sus hermanos y de su madre. (II Macabeos 7, 4)

  • Cuando quedó totalmente mutilado, aunque aún estaba con vida, mandó que lo acercaran al fuego y lo arrojaran a la sartén. Mientras el humo de la sartén se extendía por todas partes, los otros hermanos y la madre se animaban mutuamente a morir con generosidad, diciendo : (II Macabeos 7, 5)

  • Incomparablemente admirable y digna del más glorioso recuerdo fue aquella madre que, viendo morir a sus siete hijos en un solo día, soportó todo valerosamente, gracias a la esperanza que tenía puesta en el Señor. (II Macabeos 7, 20)

  • Pero como el joven no le hacía ningún caso, el rey hizo llamar a la madre y le pidió que aconsejara a su hijo, a fin de salvarle la vida. (II Macabeos 7, 25)

  • Finalmente murió la madre, después de todos sus hijos. (II Macabeos 7, 41)

  • Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre y no rechaces la enseñanza de tu madre, (Proverbios 1, 8)

  • Yo también fui un hijo para mi padre, tierno y muy querido a los ojos de mi madre. (Proverbios 4, 3)

  • Observa, hijo mío, el precepto de tu padre y no rechaces la enseñanza de tu madre. (Proverbios 6, 20)

  • Proverbios de Salomón. Un hijo sabio es la alegría de su padre, pero un hijo necio es la aflicción de su madre. (Proverbios 10, 1)

  • Un hijo sabio es la alegría de su padre, un hijo necio desprecia a su madre. (Proverbios 15, 20)


“Há alegrias tão sublimes e dores tão profundas que não se consegue exprimir com palavras. O silêncio é o último recurso da alma, quando ela está inefavelmente feliz ou extremamente oprimida!” São Padre Pio de Pietrelcina