Talált 25 Eredmények: Cítara

  • Yo te ensalzaré con el arpa por tu fidelidad, Dios mío, y con la cítara tocaré para ti, oh Santo de Israel; (Salmos 71, 22)

  • entonad un cántico, tocad el tamboril, la dulce cítara junto con la lira; (Salmos 81, 3)

  • con el laúd y con el arpa y al son de la cítara, (Salmos 92, 4)

  • despertad, arpa y cítara, despertaré a la aurora; (Salmos 108, 3)

  • Alaben su nombre con la danza, toquen para él el tambor y la cítara, (Salmos 149, 3)

  • alabadlo al son de las trompetas, alabadlo con la cítara y el arpa, (Salmos 150, 3)

  • Jerusalén estaba despoblada como un desierto. Ninguno de sus hijos entraba o salía. El templo estaba profanado, extranjeros habitaban en la ciudadela, convertida en morada de gentiles. La alegría de Jacob ya no existía, ni la flauta ni la cítara se oían. (I Macabeos 3, 45)

  • Cítara y arpa, tambor, flauta y vino no faltan en sus banquetes; pero no piensan en la obra del Señor, no atienden a la hechura de sus manos. (Isaías 5, 12)

  • ¡Toma la cítara, recorre la ciudad, prostituta olvidada; toca bien, canta muchas canciones, para que seas recordada! (Isaías 23, 16)

  • En el momento en que oigáis sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de instrumentos musicales, os prosternaréis y adoraréis la estatua que ha levantado el rey Nabucodonosor. (Daniel 3, 5)

  • Con tal motivo, en cuanto se oyó sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de instrumentos de música, todos los pueblos, naciones y gentes de todas las lenguas se prosternaron y adoraron la estatua de oro levantada por el rey Nabucodonosor. (Daniel 3, 7)

  • Tú, oh rey, has decretado que todo hombre, apenas oiga sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de instrumentos de música, se postre y adore la estatua de oro, (Daniel 3, 10)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina