Talált 876 Eredmények: Ciudad

  • Y me llevó en espíritu sobre un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios (Apocalipsis 21, 10)

  • El muro de la ciudad tenía doce fundamentos, y sobre ellos doce nombres, los de los doce apóstoles del cordero. (Apocalipsis 21, 14)

  • El que me hablaba tenía una medida de una caña de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muralla. (Apocalipsis 21, 15)

  • La ciudad es un cuadrado, y su largura es igual que su anchura. Midió la ciudad con la medida: dos mil doscientos veinte kilómetros: su largura, su anchura y su altura son iguales. (Apocalipsis 21, 16)

  • La estructura de su muralla es de jaspe, y la ciudad es de oro puro, semejante al del puro cristal. (Apocalipsis 21, 18)

  • Los fundamentos del muro de la ciudad están adornados de toda clase de piedras preciosas: el primer fundamento es de jaspe; el segundo, de zafiro; el tercero, de calcedonia; el cuarto, de esmeralda; (Apocalipsis 21, 19)

  • Las doce puertas son doce perlas: todas las puertas están hechas de una sola perla. La plaza de la ciudad es de oro puro, como cristal transparente. (Apocalipsis 21, 21)

  • La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el cordero. (Apocalipsis 21, 23)

  • En medio de la plaza de la ciudad, y a un lado y otro del río, hay árboles de la vida, que dan doce frutos al año, una vez al mes. Las hojas de los árboles sirven para curar a las naciones. (Apocalipsis 22, 2)

  • Ya no habrá maldición alguna. El trono de Dios y del cordero estará en la ciudad, y los servidores de Dios lo adorarán; (Apocalipsis 22, 3)

  • Dichosos los que lavan sus vestidos para tener derecho al árbol de la vida y a entrar en la ciudad por las puertas. (Apocalipsis 22, 14)

  • Y si alguno quita algo de las palabras de este libro profético, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, descritas en este libro. (Apocalipsis 22, 19)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina