Talált 140 Eredmények: Heredad
Acrecentó así la gloria de Aarón y le asignó una heredad; le dio en porción las primicias de los frutos y el pan en abundancia; (Eclesiástico 45, 20)
Josué, hijo de Nun, fue guerrero valiente, sucesor de Moisés en la misión profética; él fue según su nombre grande para salvación de los elegidos de Dios, para tomar venganza de sus enemigos y dar posesión a Israel de su heredad. (Eclesiástico 46, 1)
Por esto fueron solamente ellos dos salvados de seiscientos mil hombres de a pie, para introducirlos en la heredad, en la tierra que mana leche y miel. (Eclesiástico 46, 8)
El Señor concedió a Caleb el vigor, que conservó hasta su vejez, para que subiese hasta las alturas de la tierra prometida, que su descendencia obtuvo por heredad, (Eclesiástico 46, 9)
El Señor todopoderoso los bendecirá de esta manera: Bendito sea mi pueblo, Egipto; Asiria, la obra de mis manos, e Israel, mi heredad. (Isaías 19, 25)
Yo, irritado contra mi pueblo, dejé profanar mi heredad, la abandoné en tus manos; pero tú no tuviste compasión; sobre el anciano cargaste tu pesado yugo. (Isaías 47, 6)
Ningún arma forjada contra ti dará resultado; a toda lengua que te acuse la convencerás de culpabilidad. Ésta es la heredad de los hijos del Señor, la justicia que yo les aseguro -dice el Señor-. (Isaías 54, 17)
Las piedras pulidas del torrente son tu heredad, ellas, ellas tu suerte. A ellas haces tus ofrendas de vino y presentas tus ofrendas; ¿voy a calmarme yo con eso? (Isaías 57, 6)
entonces encontrarás en el Señor tus delicias; yo te subiré triunfante a las alturas del país y te alimentaré de la heredad de tu padre Jacob. Ha hablado la boca del Señor. (Isaías 58, 14)
¿Por qué, Señor, nos haces andar errantes lejos de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te temamos? ¡Oh, vuelve, por amor de tus siervos y de las tribus de tu heredad! (Isaías 63, 17)
Yo os conduje a un país feraz para que gozarais de sus frutos y sus bienes. Pero vosotros, nada más entrar, profanasteis mi tierra, convertisteis mi heredad en lugar aborrecible. (Jeremías 2, 7)
Y yo me decía: ¿Te contaré entre mis hijos y te daré un país de delicias, la heredad más preciosa de las naciones? Yo pensaba: Me llamarás padre, y ya no te alejarás de mí. (Jeremías 3, 19)