Talált 38 Eredmények: olas

  • Aquel mismo que con arrogancia sobrehumana creía poder imperar a las olas del mar y soñaba poder pesar en su balanza las cimas de los montes, tenía que ser llevado en una litera, dando a todos testimonio evidente de la omnipotencia de Dios. (II Macabeos 9, 8)

  • Como nave que corta las aguas ondulantes, de cuyo paso es imposible encontrar rastro ni sendero de su quilla entre las olas. (Sabiduría 5, 10)

  • Otro, al hacerse a la mar y a punto de desafiar el furor de las olas, implora a un tronco más frágil aún que el barco que lo lleva. (Sabiduría 14, 1)

  • pero tu providencia, oh Padre, va al timón; porque hasta en el mar trazaste camino y senda segura entre las olas, (Sabiduría 14, 3)

  • No quieres que las obras de tu sabiduría sean improductivas; por esto los hombres confían sus vidas a un frágil leño y, atravesando las olas en una balsa, llegan sanos y salvos. (Sabiduría 14, 5)

  • En las olas del mar, en toda la tierra, en todo el pueblo y nación yo imperé. (Eclesiástico 24, 6)

  • invadirá Judá y la inundará hasta que el agua llegue al cuello. Y el despliegue de sus olas cubrirá toda la anchura de tu tierra, ¡oh Emanuel! (Isaías 8, 8)

  • ¡Oh, si hubieras obedecido a mis mandamientos! Tu paz sería como un río y tu justicia como las olas del mar. (Isaías 48, 18)

  • Yo soy el Señor, el que agita el mar y hace bramar sus olas. Señor todopoderoso es mi nombre. (Isaías 51, 15)

  • ¿No lograréis temerme -dice el Señor-, no temblaréis ante mí, que he puesto la arena como límite al mar, como barrera eterna que no ha de traspasar? Por más que se agita, es impotente; sus olas braman, mas no la rebasarán. (Jeremías 5, 22)

  • Esto dice el Señor, el que establece el sol para alumbrar el día, la luna y las estrellas para alumbrar la noche, el que agita el mar y hace bramar sus olas, cuyo nombre es "el Señor todopoderoso". (Jeremías 31, 35)

  • El mar ha invadido a Babilonia, la ha ahogado bajo la masa de sus olas. (Jeremías 51, 42)


“O Senhor se comunica conosco à medida que nos libertamos do nosso apego aos sentidos, que sacrificamos nossa vontade própria e que edificamos nossa vida na humildade.” São Padre Pio de Pietrelcina