Talált 282 Eredmények: tribu de isacar

  • conquistamos sus tierras y las dimos en heredad a los rubenitas, a los gaditas y a media tribu de Manasés. (Deuteronomio 29, 7)

  • Hoy habéis comparecido todos ante el Señor, vuestro Dios: vuestros jefes de tribu, ancianos, escribas, todos los hombres de Israel, (Deuteronomio 29, 9)

  • Que no haya entre vosotros ni hombre ni mujer ni familia ni tribu que aparte hoy su corazón del Señor, nuestro Dios, para ir a servir a los dioses de esas naciones; que ninguno de vosotros sea como una planta amarga y venenosa. (Deuteronomio 29, 17)

  • De Leví dijo: Da a Leví tus urim y tus tummim a la tribu favorita, a la que probaste en Masá, con la que reñiste en las aguas de Meribá. (Deuteronomio 33, 8)

  • De Zabulón dijo: ¡Suerte, Zabulón, en tus salidas, y tú, Isacar, en tus tiendas! (Deuteronomio 33, 18)

  • Después dijo a los rubenitas, a los gaditas y a la mitad de la tribu de Manasés: (Josué 1, 12)

  • Y ahora escoged doce hombres de entre las tribus de Israel, uno por cada tribu. (Josué 3, 12)

  • "Escoged doce hombres de entre el pueblo, uno de cada tribu, (Josué 4, 2)

  • Josué llamó a los doce hombres que había elegido de entre los israelitas, uno por cada tribu, (Josué 4, 4)

  • Los rubenitas, los gaditas y la mitad de la tribu de Manasés pasaron, armados, a la cabeza de los israelitas, como se lo había mandado Moisés. (Josué 4, 12)

  • Pero los israelitas cometieron una falta en lo tocante a las cosas consagradas al exterminio: Acán, hijo de Carmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá, tomó lo que estaba consagrado al exterminio, y la ira del Señor se encendió contra los israelitas. (Josué 7, 1)

  • Mañana por la mañana os presentaréis por tribus, y la tribu que el Señor señale por suerte se presentará por clanes, y el clan que el Señor señale por suerte se presentará por familias, y la familia que el Señor señale por suerte se presentará por individuos. (Josué 7, 14)


“Não se desencoraje se você precisa trabalhar muito para colher pouco. Se você pensasse em quanto uma só alma custou a Jesus, você nunca reclamaria!” São Padre Pio de Pietrelcina