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Preparen también cabalgaduras para llevar a Pablo y entregarlo sano y salvo al gobernador Félix.» (Hecho de los Apóstoles 23, 24)
Cinco días después, el sumo sacerdote Ananías bajó a Cesarea con algunos ancianos y un abogado llamado Tértulo, y presentaron una demanda contra Pablo ante el gobernador. (Hecho de los Apóstoles 24, 1)
a no ser esto que dije en voz alta ante ellos: "Yo soy juzgado hoy por ustedes a causa de la resurrección de los muertos".» (Hecho de los Apóstoles 24, 21)
Tres días después de su llegada a la provincia, Festo subió de Cesarea a Jerusalén. (Hecho de los Apóstoles 25, 1)
Pablo contestó: «Estoy ante el tribunal del César; ahí debo ser juzgado. No he hecho ningún mal a los judíos, como tú muy bien sabes. (Hecho de los Apóstoles 25, 10)
Como yo me perdía en esos asuntos, le pregunté si quería ir a Jerusalén para ser juzgado allí sobre esas cosas. (Hecho de los Apóstoles 25, 20)
Pablo le respondió: «Por poco o por mucho, quiera Dios que no sólo tú, sino también todos los que hoy me escuchan, llegaran hasta donde yo he llegado, a excepción de estas cadenas.» (Hecho de los Apóstoles 26, 29)
Cuando se decidió que nos debíamos embarcar rumbo a Italia, Pablo y otros prisioneros fueron entregados a un tal Julio, capitán del batallón Augusto. (Hecho de los Apóstoles 27, 1)
Entonces Pablo les dijo: «Amigos, yo veo que la travesía es muy arriesgada, y vamos a perder no sólo la carga y la nave, sino también nuestras vidas.» (Hecho de los Apóstoles 27, 10)
Allí los hermanos salieron a nuestro encuentro hasta el Foro Apio y Tres Tabernas, pues ya tenían noticia de nuestra llegada. Pablo al verlos dio gracias a Dios y se llenó de ánimo. (Hecho de los Apóstoles 28, 15)
Llegados a Roma, el capitán entregó los presos al gobernador militar, pero dio permiso a Pablo para alojarse en una casa particular con un soldado que lo vigilara. (Hecho de los Apóstoles 28, 16)
Tres días después Pablo convocó a los judíos principales. Una vez reunidos, les dijo: «Hermanos, acaban de traerme preso de Jerusalén. He sido entregado a los romanos sin que yo haya ofendido a las autoridades de nuestro pueblo ni las tradiciones de nuestros padres. (Hecho de los Apóstoles 28, 17)