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no endurezcan su corazón como ocurrió en el día amargo, el día de la tentación en el desierto, (Carta a los Hebreos 3, 8)
Me enojé y declaré con juramento: No entrarán jamás en mi lugar de descanso. (Carta a los Hebreos 3, 11)
Fíjense en lo que dice la Escritura: Ojalá escuchen hoy la voz del Señor; no endurezcan su corazón, como ocurrió en el día amargo. (Carta a los Hebreos 3, 15)
¿Quiénes son esos que, después de haber oído, amargaron a Dios? Todos los que salieron de Egipto gracias a Moisés. (Carta a los Hebreos 3, 16)
Es preciso, pues, que creamos, si queremos entrar en el lugar de descanso recién mencionado: Por eso me enojé y declaré con juramento: No entrarán jamás en mi lugar de descanso. Aquí se trata del descanso de Dios después de la creación del mundo. (Carta a los Hebreos 4, 3)
Aquí lo volvemos a encontrar: No entrarán jamás en mi descanso. (Carta a los Hebreos 4, 5)
Por esta razón, mucho más tarde, Dios fija nuevamente un día que llama hoy, diciendo por boca de David lo que se recordó más arriba: Ojalá hoy escuchen la voz del Señor, no endurezcan su corazón. (Carta a los Hebreos 4, 7)
Pero nadie se apropia esta dignidad, sino que debe ser llamado por Dios, como lo fue Aarón. (Carta a los Hebreos 5, 4)
Ustedes se encuentran en una situación mejor y tienen salvación; lo creemos, amadísimos, aun cuando hablemos de este modo. (Carta a los Hebreos 6, 9)
Jesús, al que se refiere todo esto, pertenecía a una tribu de la que nadie sirvió jamás al altar. (Carta a los Hebreos 7, 13)
Una primera habitación fue destinada para el candelabro y la mesa con los panes ofrecidos; esta parte se llama el Lugar Santo. (Carta a los Hebreos 9, 2)
A continuación, detrás de la segunda cortina, hay otra habitación, llamada el Lugar Santísimo, (Carta a los Hebreos 9, 3)