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Efraím, ¿qué tienes ya que ver con los ídolos? Yo te miro y aguardo tu respuesta, yo que soy como un ciprés siempre verde: si tienes frutos, esto te viene de mí. (Oseas 14, 9)
¡Toquen la trompeta en Sión! Den la alarma en mi monte santo. ¡Tiemblen todos los habitantes del país, porque está cerca el día de Yavé: ¡Ahí viene! (Joel 2, 1)
¡Día de tinieblas y de oscuridad, día de nubes y de espesa niebla! Ahí viene un pueblo numeroso y fuerte, como jamás hubo otro ni lo habrá después de él, avanza y se extiende como una sombra sobre los cerros. (Joel 2, 2)
Al que viene del norte se lo quitaré de encima y lo arrojaré a una tierra árida y desierta, su vanguardia hacia el mar oriental, su retaguardia hacia el mar occidental, y subirá su pestilencia y hediondez, porque yo obro maravillas. (Joel 2, 20)
Porque ahí viene el que forma los montes y crea el viento, el que enseña al hombre la manera de reflexionar, el que hace de las tinieblas aurora y cabalga por las alturas de la tierra; Yavé, Dios de los Ejércitos, es su nombre. (Amós 4, 13)
Ya viene, para todas las naciones, el día de Yavé: como tú has hecho, así se te hará; sobre tu cabeza recaerá tu merecido. (Abdías 1, 15)
pero yo en acción de gracias te ofreceré un sacrificio y cumpliré mis votos: de Yavé viene la salvación.» (Jonás 2, 10)
¿Cómo podría ser feliz la que habita en Marot, cuando la desgracia que viene de Yavé golpea la puerta de Jerusalén? (Miqueas 1, 12)
Su bondad es la del cardo, su honradez peor que una hilera de espinos. ¡Pobres de ellos! Ahora viene el juicio, el día de su castigo, y ahora no saben qué hacer. (Miqueas 7, 4)
Monta guardia en el muro. Vigila el camino y prepárate para el asalto, porque viene contra ti el destructor. (Nahún 2, 3)
Viene Dios de Temán, el Santo, desde el monte Parán. Su majestad envuelve los cielos y su Gloria repleta la tierra. (Habacuc 3, 3)
Abriéndole camino va la peste, y viene detrás de él la fiebre ardiente. (Habacuc 3, 5)