Fondare 124 Risultati per: 1 Samuel 15

  • Dijo Yahveh a Samuel: «Voy a ejecutar una cosa tal en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos. (I Samuel 3, 11)

  • Samuel siguió acostado hasta la mañana y después abrió las puertas de la Casa de Yahveh. Samuel temía contar la visión a Elí, (I Samuel 3, 15)

  • pero Elí le llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío»; él respondió: «Aquí estoy.» (I Samuel 3, 16)

  • Entonces Samuel se lo manifestó todo, sin ocultarle nada; Elí dijo: «El es Yahveh. Que haga lo que bien le parezca.» (I Samuel 3, 18)

  • Samuel crecía, Yahveh estaba con él y no dejó caer en tierra ninguna de sus palabras. (I Samuel 3, 19)

  • Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel estaba acreditado como profeta de Yahveh. (I Samuel 3, 20)

  • Yahveh continuó manifestándose en Silo, porque en Silo se revelaba a Samuel la palabra de Yahveh. (I Samuel 3, 21)

  • Y la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Elí era muy anciano, mientras que sus hijos persistían en su malvada conducta respecto de Yahveh. Ocurrió en aquel tiempo que los filisteos se reunieron para combatir a Israel, y los israelitas salieron a su encuentro para el combate. Acamparon cerca de Eben Haézer, mientras que los filisteos habían acampado en Afeq. (I Samuel 4, 1)

  • Entonces Samuel habló así a toda la casa de Israel: «Si os volvéis a Yahveh con todo vuestro corazón, quitad de en medio de vosotros los dioses extranjeros y las Astartés, fijad vuestro corazón en Yahveh y servidle a él solo y entonces él os librará de la mano de los filisteos.» (I Samuel 7, 3)

  • Samuel dijo: «Congregad a todo Israel en Mispá y yo suplicaré a Yahveh por vosotros.» (I Samuel 7, 5)

  • Se congregaron, pues, en Mispá, sacaron agua, que derramaron ante Yahveh, ayunaron aquel día y dijeron: «Hemos pecado contra Yahveh.» Samuel juzgó a los israelitas en Mispá. (I Samuel 7, 6)

  • y dijeron los israelitas a Samuel: «No dejes de invocar a Yahveh nuestro Dios, para que él nos salve de la mano de los filisteos.» (I Samuel 7, 8)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina