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  • Si te encuentras en tu ciudad con una causa difícil, de homicidio, peleas, lesiones u otro litigio cualquiera, irás al lugar elegido por el Señor, tu Dios, (Deuteronomio 17, 8)

  • Es precisamente lo que tú pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea, cuando dijiste: No queremos oír más la voz del Señor, ni ver ese gran fuego para no morir, (Deuteronomio 18, 16)

  • No será admitido en la asamblea del Señor el que tenga testículos aplastados o el pene amputado; (Deuteronomio 23, 2)

  • sus hijos, a partir de la tercera generación, podrán ser admitidos en la asamblea del Señor. (Deuteronomio 23, 9)

  • Si se descubre que alguien ha secuestrado a un hermano suyo israelita para emplearlo como esclavo o para venderlo, el secuestrador será condenado a muerte. Así extirparás la maldad de en medio de ti. (Deuteronomio 24, 7)

  • Y Moisés pronunció este cántico desde el principio hasta el fin en presencia de toda la asamblea de Israel. (Deuteronomio 31, 30)

  • y dijo: Voy a volverles las espaldas y veremos qué pasa en adelante, pues es una generación pervertida, hijos desleales. (Deuteronomio 32, 20)

  • Moisés nos ha prescrito una ley, heredad de la asamblea de Jacob. (Deuteronomio 33, 4)

  • Ellos le contestaron: "Con nuestras propias vidas respondemos de las vuestras, con tal que no nos denuncies. Cuando el Señor nos entregue esta tierra, obraremos contigo con benevolencia y lealtad". (Josué 2, 14)

  • No quedó ni una palabra de todo lo que había mandado Moisés que no fuera leída por Josué a toda la asamblea de Israel, incluyendo a las mujeres, a los niños y a los extranjeros residentes. (Josué 8, 35)

  • y los jefes dijeron a toda la asamblea: "Nosotros lo hemos jurado por el Señor, Dios de Israel, y por consiguiente no los podemos matar. (Josué 9, 19)

  • Esto es lo que recibieron en heredad los israelitas en la tierra de Canaán, lo que les asignaron el sacerdote Eleazar, Josué, hijo de Nun, y los jefes de familia de las tribus de Israel. (Josué 14, 1)


“A cada vitória sobre o pecado corresponde um grau de glória eterna”. São Padre Pio de Pietrelcina