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  • Diez años después de haberse establecido Abrán en el país de Canaán, Saray tomó a Agar, su esclava egipcia, y se la dio por mujer a Abrán, su marido. (Génesis 16, 3)

  • A los ocho días de su nacimiento serán circuncidados todos los varones de cada generación, así como los esclavos nacidos en la casa o comprados por dinero a cualquier extranjero que no sea de tu raza. (Génesis 17, 12)

  • El esclavo nacido en la casa o comprado con dinero deberá ser circuncidado. Así mi pacto será en vuestra carne un pacto perpetuo. (Génesis 17, 13)

  • El varón incircunciso, al que no le haya sido cortada la carne de su prepucio, será borrado de su pueblo; ha violado mi pacto". (Génesis 17, 14)

  • Abrahán tomó a Ismael, su hijo; a todos los esclavos nacidos en su casa, a los comprados con su dinero; a todos los varones que había en su casa, y aquel mismo día circuncidó la carne de su prepucio, como Dios le había ordenado. (Génesis 17, 23)

  • Abrahán tenía noventa y nueve años cuando circuncidó la carne de su prepucio, (Génesis 17, 24)

  • y todos los varones de su casa, los nacidos en ella y los comprados por dinero al extranjero. Todos fueron circuncidados con él. (Génesis 17, 27)

  • Uno de ellos prosiguió: "Dentro de un año volveré. Para entonces, tu mujer, Sara, habrá tenido un hijo". Sara escuchaba a la entrada de la tienda, detrás del que hablaba. (Génesis 18, 10)

  • Sara se echó a reír, pensando para sí: "¿Después de haber envejecido he de conocer el placer, siendo también mi marido viejo?". (Génesis 18, 12)

  • Pero el Señor dijo a Abrahán: "Por qué se ha reído Sara diciéndose: ¿Podrá ser verdad que voy a ser madre siendo tan vieja? (Génesis 18, 13)

  • Sara lo negó diciendo: "Yo no me he reído", pues tuvo miedo; pero él dijo: "Sí, tú te has reído". (Génesis 18, 15)

  • No; le pondré al corriente para que ordene a sus hijos y a su casa, después de él, que observen la ley del Señor, practicando la justicia y el derecho, de modo que el Señor cumpla en Abrahán cuanto ha prometido acerca de él". (Génesis 18, 19)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina