Deuteronomio, 9

La Biblia de Jerusalén

1 Escucha, Israel. Hoy vas a pasar ya el Jordán para ir a desalojar a naciones más grandes y fuertes que tú, ciudades grandes, de murallas que llegan hasta el cielo,

2 un pueblo grande y corpulento, los anaquitas, a quienes tú conoces y de quienes has oído decir: «¿Quién puede hacer frente a los hijos de Anaq?»

3 Pero has de saber hoy que Yahveh tu Dios es quien va a pasar delante de ti como un fuego devorador que los destruirá y te los someterá, para que los desalojes y los destruyas rápidamente, como te ha dicho Yahveh.

4 No digas en tu corazón cuando Yahveh tu Dios los arroje de delante de ti: «Por mis méritos me ha hecho Yahveh entrar en posesión de esta tierra», siendo así que sólo por la perversidad de estas naciones las desaloja Yahveh ante ti.

5 No por tus méritos ni por la rectitud de tu corazón vas a tomar posesión de su tierra, sino que sólo por la perversidad de estas naciones las desaloja Yahveh tu Dios ante ti; y también por cumplir la palabra que juró a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob.

6 Has de saber, pues, que no es por tu justicia por lo que Yahveh tu Dios te da en posesión esa tierra buena, ya que eres un pueblo de dura cerviz.

7 Acuérdate. No olvides que irritaste a Yahveh tu Dios en el desierto. Desde el día en que saliste del país de Egipto hasta vuestra llegada a este lugar, habéis sido rebeldes a Yahveh.

8 En el Horeb irritasteis a Yahveh, y Yahveh montó en tal cólera contra vosotros que estuvo a punto de destruiros.

9 Yo había subido al monte a recoger las tablas de piedra, las tablas de la alianza que Yahveh había concluido con vosotros. Permanecí en el monte cuarenta días y cuarenta noches sin comer pan ni beber agua.

10 Yahveh me dio las dos tablas de piedra escritas por el dedo de Dios, en las que estaban todas las palabras que Yahveh os había dicho de en medio del fuego, en la montaña, el día de la Asamblea.

11 Al cabo de cuarenta días y cuarenta noches, después de darme las dos tablas de piedra, las tablas de la alianza,

12 me dijo Yahveh: «Levántate, baja de aquí a toda prisa, porque tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto, se ha pervertido. Bien pronto se han apartado del camino que yo les había prescrito: se han hecho un ídolo de fundición.»

13 Continuó Yahveh y me dijo: «He visto a este pueblo: es un pueblo de dura cerviz.

14 Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo; y que haga de ti una nación más fuerte y numerosa que ésta.»

15 Yo me volví y bajé del monte, que ardía en llamas, llevando en mis manos las dos tablas de la alianza.

16 Y vi que vosotros habíais pecado contre Yahveh vuestro Dios. Os habíais hecho un becerro de fundición: bien pronto os habíais apartado del camino que Yahveh os tenía prescrito.

17 Tomé entonces las dos tablas, las arrojé de mis manos y las hice pedazos a vuestros propios ojos.

18 Luego me postré ante Yahveh; como la otra vez, estuve cuarenta días y cuarenta noches sin comer pan ni beber agua, por todo el pecado que habíais cometido haciendo el mal a los ojos de Yahveh hasta irritarle.

19 Porque tenía mucho miedo de la ira y del furor que irritaba a Yahveh contra vosotros hasta querer destruiros. Y una vez más me escuchó Yahveh.

20 También contra Aarón estaba Yahveh violentamente irritado hasta querer destruirle. Yo intercedí también entonces en favor de Aarón.

21 Y vuestro pecado, el becerro que os habíais hecho, lo tomé y lo quemé; lo hice pedazos, lo pasé a la muela hasta que quedó reducido a polvo, y tiré el polvo al torrente que baja de la montaña.

22 Y en Taberá, y en Massá, y en Quibrot Hattaavá, irritasteis a Yahveh.

23 Y cuando Yahveh os hizo salir de Cadés Barnea diciendo: «Subid a tomar posesión de la tierra que yo os he dado», os rebelasteis contra la orden de Yahveh vuestro Dios, no creísteis en él ni eschuchasteis su voz.

24 Habéis sido rebeldes a Yahveh vuestro Dios desde el día en que os conoció.

25 Me postré, pues, ante Yahveh y estuve postrado estos cuarenta días y cuarenta noches, porque Yahveh había hablado de destruiros.

26 Supliqué a Yahveh y dije: «Señor Yahveh, no destruyas a tu pueblo, tu heredad, que tú rescataste con tu grandeza y que sacaste de Egipto con mano fuerte.

27 Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob, y no tomes en cuenta la indocilidad de este pueblo, ni su maldad ni su pecado,

28 para que no se diga en el país de donde nos sacaste: "Porque Yahveh no ha podido llevarlos a la tierra que les había prometido, y por el odio que les tiene, los ha sacado para hacerlos morir en el desierto."

29 Pero ellos son tu pueblo, tu heredad, aquellos a quienes tú sacaste con tu gran fuerza y tu tenso brazo.»




Versículos relacionados com Deuteronomio, 9:

Deuteronomio 9 destaca la fidelidad de Dios para cumplir sus promesas al pueblo de Israel, incluso si eran rebeldes y desobedientes. El capítulo también recuerda el episodio en el que Moisés intercedió por la gente, pidiendo la misericordia de Dios y su decisión de destruirlos. A continuación hay cinco versos de otros libros bíblicos que se relacionan con los temas abordados en Deuteronomio 9.

Salmo 106:6: "Pecamos, como nuestros padres; cometimos iniquidades, caminamos malvadamente". Este salmo reconoce la tendencia humana al pecado y la desobediencia a Dios, que fue la causa de las dificultades que enfrenta el pueblo de Israel.

Salmo 130:3-4: "Si tú, Señor, observa las iniquidades, Señor, ¿quién subsistirá? Pero perdonar es perdón, que puedas ser temido". Este salmo destaca la gracia y misericordia de Dios de perdonar a los que se arrepienten y confían en él, como fue el caso de Israel cuando Moisés intercedió por ellos.

Proverbios 28:13: "Lo que cubre sus transgresiones nunca prosperará, pero lo que los confiesa y alcanzará la misericordia". Este versículo muestra la importancia de reconocer y confesar los pecados a Dios para recibir su misericordia y perdón, como lo hizo Moisés en nombre de la gente de Israel.

Jeremías 31:33: "Pero este es el concierto que haré con la casa de Israel después de esos días, dice el Señor, pondré mi ley adentro y la escribiré en su corazón; y seré tu Dios y ellos y ellos será mi gente ". Este versículo destaca la promesa de Dios de transformar los corazones de su pueblo y escribir su ley en sus corazones, para que puedan obedecer y ser fieles a él.

Romanos 3:23-24: "Porque todos han pecado y privado son de la gloria de Dios; estar justificados de forma gratuita por Su gracia, por la redención en Cristo Jesús". Este versículo refuerza la idea de que todos han pecado y necesitan que la gracia y la misericordia de Dios estén justificadas y salvadas, como fue el caso con el pueblo de Israel.



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