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en cuanto él murió, se ciñeron la corona, y sus hijos después de ellos, durante muchos años, llenando la tierra de males. (1 Macabeos 1, 9)
Después de dos años, el rey mandó a las ciudades de Judá al Director de Impuestos, que llegó a Jerusalén con un poderoso ejército. Este habló a la gente con palabras de paz para engañarlos. (1 Macabeos 1, 29)
a consecuencia de su muerte, Báquides volvió donde el rey. Con esto el país tuvo paz durante dos años. (1 Macabeos 9, 57)
Doy, además, todo lo que debían pagarme los administradores en los años anteriores. (1 Macabeos 10, 41)
El año ciento sesenta y nueve, siendo rey Demetrio, nosotros los judíos les escribimos en el peor momento de las pruebas que estábamos soportando en esos años. Y les decíamos: «Jasón y sus partidarios han traicionado la causa de la Tierra Santa y del Reino, (2 Macabeos 1, 7)
Pasados muchos años, cuando a Dios le pareció bien, Nehemías, despedido por el rey de Persia, mandó que los descendientes de los sacerdotes que habían escondido el fuego, lo fueran a buscar. Pero, como ellos informaron que no habían encontrado fuego, sino un líquido espeso, (2 Macabeos 1, 20)
Tres años después, Jasón envió a Menelao, hermano del ya mencionado Simón, para llevar el dinero al rey y gestionar la negociación de asuntos urgentes. (2 Macabeos 4, 23)
pues muchos jóvenes creerían que yo, a los noventa años, me he pasado a las costumbres paganas. (2 Macabeos 6, 24)
Se inclinó sobre él y, burlándose del cruel tirano, le dijo en su lengua patria: «Hijo mío, ten compasión de mí, que durante nueve meses te llevé en mi seno y te he amamantado durante tres años, te crié y te eduqué hasta el día de hoy. (2 Macabeos 7, 27)
tras dos años de interrupción. De nuevo, quemaron incienso, prendieron las lámparas y colocaron los panes de la presencia. (2 Macabeos 10, 3)
Por votación pública decidieron que la nación entera de los judíos conmemorara todos los años este acontecimiento. (2 Macabeos 10, 8)
Después de tres años llegó a los hombres de Judas la noticia de que Demetrio, hijo de Seleuco, había desembarcado en Trípoli con una gran flota y un poderoso ejército, (2 Macabeos 14, 1)