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El Señor castigó a la gente de Bet Semes, porque habían mirado el Arca del Señor. Como él hirió a setenta hombres, el pueblo estuvo de duelo porque el Señor les había infligido un castigo tan grande. (I Samuel 6, 19)
Capturó mil setecientos soldados de caballería y veinte mil hombres de a pie, y mutiló todos los caballos de los carros de guerra, reservándose sólo cien. (II Samuel 8, 4)
Pero tuvieron que huir delante de Israel, y David les mató a los arameos setecientos caballos y cuarenta mil hombres de caballería. También hirió a Sobac, el jefe del ejército, el cual murió allí mismo. (II Samuel 10, 18)
Entonces el Señor envió la peste a Israel, desde esa mañana hasta el tiempo señalado, y murieron setenta mil hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba. (II Samuel 24, 15)
Salomón tenía además setenta mil hombres que transportaban las cargas, y ochenta mil canteros en la montaña, (I Reyes 5, 29)
Su espesor medía un palmo, y su borde tenía forma de copa, semejante al cáliz de una azucena. Su capacidad era de unos setenta mil litros. (I Reyes 7, 26)
La abertura para los recipientes estaba dentro de un círculo en forma de corona, que sobresalía medio metro; la abertura era redonda, hecha en forma de zócalo, y medía setenta y cinco centímetros. También el borde de la abertura estaba adornado con figuras esculpidas. Sus paneles eran cuadrados, no redondos. (I Reyes 7, 31)
Las cuatro ruedas estaban debajo de los paneles, y los ejes de las ruedas estaban unidos a los soportes. La altura de cada rueda era de setenta y cinco centímetros. (I Reyes 7, 32)
Tuvo setecientas mujeres con rango de princesas y trescientas concubinas, y sus mujeres le pervirtieron el corazón. (I Reyes 11, 3)
demolieron las ciudades y cada uno arrojó su piedra en los campos fértiles, hasta llenarlos de ellas; cegaron todas las fuentes de agua y talaron los mejores árboles. Al fin, cuando ya no quedó más que Quir Jaréset, los honderos la cercaron y la atacaron. (II Reyes 3, 25)
El rey de Moab, al ver que la guerra estaba perdida para él, reunió a setecientos hombres armados de espada, para abrirse una brecha hacia el rey de Edóm; pero fracasó. (II Reyes 3, 26)
Ajab tenía setenta hijos en Samaría. Jehú escribió unas cartas, y las envió a Samaría, a los jefes de la ciudad, a los ancianos y a los preceptores de los hijos de Ajab. En ellas decía: (II Reyes 10, 1)