Znaleziono 205 Wyniki dla: Transporte del Arca

  • Entonces llegaron los de Quiriat Iearím y se llevaron el Arca del Señor. La introdujeron en la casa de Abinadab, sobre la colina, y consagraron a su hijo Eliezer para que la cuidara. (I Samuel 7, 1)

  • Desde el día en que el Arca fue instalada en Quiriat Iearím pasó mucho tiempo -veinte años- y todo Israel suspiraba por el Señor. (I Samuel 7, 2)

  • y con todo el pueblo que lo acompañaba se dirigió hacia Baalá de Judá, para subir de allí el Arca de Dios, la cual es llamada con el Nombre, el nombre del Señor de los ejércitos, que tiene su trono sobre los querubines. (II Samuel 6, 2)

  • Luego cargaron el Arca de Dios en un carro nuevo y se la llevaron de la casa de Abinadab, que está sobre la colina. Uzá y Ajió, los hijos de Abinadab, conducían el carro. (II Samuel 6, 3)

  • Uzá iba al lado del Arca, y Ajió avanzaba delante de ella. (II Samuel 6, 4)

  • Cuando llegaron a la era de Nacón, Uzá extendió su mano hacia el Arca de Dios y la sostuvo, porque los bueyes habían resbalado. (II Samuel 6, 6)

  • Entonces la ira del Señor se encendió contra Uzá, y Dios lo hirió allí mismo por ese error. Así el murió junto al Arca de Dios. (II Samuel 6, 7)

  • Aquel día, David tuvo miedo del Señor y dijo: "¿Cómo va a entrar en mi casa el Arca del Señor?". (II Samuel 6, 9)

  • Y no quiso trasladar el Arca del Señor a su casa, a la Ciudad de David, sino que mandó que la llevaran a la casa de Obededóm de Gat. (II Samuel 6, 10)

  • El Arca del Señor permaneció tres meses en la casa de Obededóm de Gat, y el Señor bendijo a Obededóm y a toda su familia. (II Samuel 6, 11)

  • Cuando informaron a David: "El Señor ha bendecido a la familia de Obededóm y todos sus bienes a causa del Arca de Dios", David partió e hizo subir el Arca de Dios desde la casa de Obededóm a la Ciudad de David, con gran alegría. (II Samuel 6, 12)

  • Los que transportaban el Arca del Señor avanzaron seis pasos, y él sacrificó un buey y un ternero cebado. (II Samuel 6, 13)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina