Encontrados 130 resultados para: casco de la salvación

  • ¡Oh Yavé, espero en tu salvación! (Génesis 49, 18)

  • ¡Yavé, mi fortaleza!, a él le cantaré, él fue mi salvación, él es mi Dios y lo alabaré, el Dios de mi padre, lo ensalzaré. (Exodo 15, 2)

  • Toda su armadura y sus armas eran de bronce: el casco que llevaba en la cabeza, la coraza de escamas de que iba revestido y que pesaba sesenta kilos, (1 Samuel 17, 5)

  • Luego Saúl le puso su equipo de combate. Le dio un casco de bronce y una coraza. (1 Samuel 17, 38)

  • El es la roca en que me asilo, mi escudo, mi salvación, mi fortaleza y mi refugio. Tú, mi Salvador, me salvas de la violencia. (2 Samuel 22, 3)

  • Cante al Señor toda la tierra, de día en día anuncien su salvación. (1 Crónicas 16, 23)

  • Cuando Yavé vio que se habían humillado, dirigió nuevamente su palabra a Semaías: «Ustedes se han humillado y por esta razón no los destruiré, sino que dentro de poco les daré la salvación y no derramaré mi cólera sobre Jerusalén por mano de Sosaq. (2 Crónicas 12, 7)

  • No tendrán que pelear en este lugar sino que se pararán y verán la salvación de Yavé sobre ustedes, oh Judá y Jerusalén. No teman ni se acobarden, salgan mañana al encuentro de ellos pues Yavé estará con ustedes.» (2 Crónicas 20, 17)

  • Muy por el contrario, pues si tú persistes en no hablar ahora que puedes hacerlo, ya llegarán por otro lado a los judíos su salvación y liberación, y en cambio morirás tú con toda tu familia. Quién sabe si, tal vez, en vista de una circunstancia como ésta, tú llegaste a ser reina» (Ester 4, 14)

  • pues si la salvación de Israel me lo exigiera, le besaría la planta de los pies. (Ester 13, 13)

  • ¡Cuántos los que me dicen: "Ya no tienes en Dios salvación"! (Salmos 3, 3)

  • La salvación viene del Señor, que tu bendición venga sobre tu pueblo. (Salmos 3, 9)


“Por que a tentação passada deixa na alma uma certa perturbação? perguntou um penitente a Padre Pio. Ele respondeu: “Você já presenciou um tremor de terra? Quando tudo estremece a sua volta, você também é sacudido; no entanto, não necessariamente fica enterrado nos destroços!” São Padre Pio de Pietrelcina