Encontrados 177 resultados para: �Haya

  • Tobit le dijo: "¡Bienvenido, hermano, y salud! No tomes a mal que haya querido conocer la verdad acerca de tu familia. Por lo visto, eres un hermano de respetable y noble origen. Conozco a Ananías y a Natán, los dos hijos de Semeías el Grande. Ellos me acompañaban a Jerusalén; allí adoraban junto conmigo, y nunca se apartaron del buen camino. Tus hermanos son hombres de bien y tú eres de buena estirpe. ¡Sé bienvenido!". (Tobías 5, 14)

  • Después le dijo: "¡Bendito seas, hijo mío! Tienes un padre excelente. Es una gran desgracia que un hombre tan justo y generoso se haya quedado ciego". Y echándose al cuello de su hermano Tobías, se puso a llorar. (Tobías 7, 7)

  • Porque había pensado: "No sea que Tobías haya muerto y nos expongamos a caer en el ridículo". (Tobías 8, 10)

  • Y tú, Ajior, mercenario amonita, que has pronunciado estas palabras en un momento de desvarío, no verás más mi rostro hasta que me haya vengado de esa raza escapada de Egipto. (Judit 6, 5)

  • Holofernes le dijo: "Ten confianza, mujer; no tengas miedo, porque jamás he hecho mal a nadie que se haya decidido a servir a Nabucodonosor, rey de toda la tierra. (Judit 11, 1)

  • Por eso, soberano señor, no desoigas sus palabras; antes bien, tómalas en cuenta, porque son exactas, ya que nuestra estirpe no será castigada ni sometida por la espada, a no ser que haya pecado contra su Dios. (Judit 11, 10)

  • Vuelvan, les ruego, y que no haya falsedad; vuelvan, está en juego mi justicia. (Job 6, 29)

  • Aunque su raíz haya envejecido en el suelo y su tronco esté muerto en el polvo, (Job 14, 8)

  • ¡Tierra, no cubras mi sangre, que no haya un lugar de descanso para mi clamor! (Job 16, 18)

  • Tengan paciencia mientras hablo yo, y una vez que haya hablado, se podrán burlar. (Job 21, 3)

  • ¿Qué le importará de su casa después de él, cuando se haya cortado el número de sus meses? (Job 21, 21)

  • mientras haya en mí un aliento de vida y el soplo de Dios esté en mis narices, (Job 27, 3)


“Não queremos aceitar o fato de que o sofrimento é necessário para nossa alma e de que a cruz deve ser o nosso pão cotidiano. Assim como o corpo precisa ser nutrido, também a alma precisa da cruz, dia a dia, para purificá-la e desapegá-la das coisas terrenas. Não queremos entender que Deus não quer e não pode salvar-nos nem santificar-nos sem a cruz. Quanto mais Ele chama uma alma a Si, mais a santifica por meio da cruz.” São Padre Pio de Pietrelcina