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  • Pero al Señor de los ejércitos, a él sí proclámenlo santo: que sólo él les infunda temor, que sólo él los haga temblar. (Isaías 8, 13)

  • Yo y los hijos que me dio el Señor somos signos y presagios en Israel, de parte del Señor de los ejércitos, que habita en el monte Sión. (Isaías 8, 18)

  • Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto. (Isaías 9, 6)

  • Pero el pueblo no ha vuelto al que lo golpeaba, no ha buscado al Señor de los ejércitos. (Isaías 9, 12)

  • Por el furor del Señor de los ejércitos se incendia el país, y el pueblo es como pasto del fuego. Nadie se compadece de su hermano, (Isaías 9, 18)

  • Por eso el Señor de los ejércitos hará que la enfermedad consuma su vigor y dentro de su carne hará arder una fiebre, como el ardor del fuego. (Isaías 10, 16)

  • Porque el Señor de los ejércitos ejecutará este decreto de exterminio en medio de todo el país. (Isaías 10, 23)

  • Por eso, así habla el Señor de los ejércitos: Pueblo mío, que habitas en Sión, no temas nada de Asiria, que te golpea con el bastón y alza su vara contra ti a la manera de Egipto. (Isaías 10, 24)

  • El Señor de los ejércitos blandirá el látigo contra él, como cuando golpeó a Madián en la roca de Oreb, y alzará su vara sobre el mar, como la alzó en Egipto. (Isaías 10, 26)

  • ¡Miren! El Señor, el Señor de los ejércitos, desgaja con ímpetu el ramaje: los árboles más altos son talados, los más elevados, abatidos; (Isaías 10, 33)

  • ¡Escuchen! ¡Un tumulto en las montañas, algo así como una inmensa muchedumbre! ¡Escuchen! ¡Un alboroto de reinos, de naciones congregadas! Es el Señor de los ejércitos que pasa revista al ejército para la batalla. (Isaías 13, 4)

  • Por eso, haré temblar los cielos, y la tierra se moverá de su sitio bajo el furor del Señor de los ejércitos, en el día de su ira ardiente. (Isaías 13, 13)


“Seja grato e beije docemente a mão de Deus. É sempre a mão de um pai que pune porque lhe quer bem” São Padre Pio de Pietrelcina