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el soldado y el hombre de guerra, el juez y el profeta, el adivino y el anciano, (Isaías 3, 2)
-El anciano y el noble son la cabeza, el profeta, maestro de mentiras, es la cola-. (Isaías 9, 14)
Estos también se extravían por el vino y van dando tumbos por la bebida: sacerdote y profeta se extravían por la bebida, se aturden con el vino, van dando tumbos por la bebida, se extravían en la visión, titubean en la decisión. (Isaías 28, 7)
Además, envió al mayordomo de palacio Eliaquím, al secretario Sebná y a los sacerdotes más ancianos, todos cubiertos de sayales, para decir al profeta Isaías, hijo de Amós: (Isaías 37, 2)
En aquellos días, Ezequías cayó gravemente enfermo. El profeta Isaías, hijo de Amós, fue a verlo y le dijo: "Así habla el Señor: Ordena los asuntos de tu casa, porque vas a morir. Ya no vivirás más". (Isaías 38, 1)
Entonces el profeta Isaías se presentó al rey Ezequías y le preguntó: "¿Qué te ha dicho esa gente y de dónde ha venido?". Ezequías respondió: "Vinieron a verme de un país lejano, de Babilonia". (Isaías 39, 3)
"Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones". (Jeremías 1, 5)
Porque del más pequeño al más grande, todos están ávidos de ganancias, y desde el profeta hasta el sacerdote, no hacen otra cosa que engañar. (Jeremías 6, 13)
¡Robar, matar, cometer adulterio, jurar en falso, quemar incienso a Baal, ir detrás de otros dioses que ustedes no conocían! (Jeremías 7, 9)
Por eso, yo entregaré sus mujeres a otros, y sus campos a usurpadores. Porque del más pequeño al más grande, todos están ávidos de ganancias, y desde el profeta hasta el sacerdote, no hacen otra cosa que engañar. (Jeremías 8, 10)
El Señor me respondió: Es falso eso que los profetas profetizan en mi Nombre; yo no los envié, no les di ninguna orden ni les hablé. Visiones engañosas, vana adivinación, fantasías de su imaginación: eso es lo que ellos profetizan para ustedes. (Jeremías 14, 14)
Si salgo al campo abierto, veo las víctimas de la espada; si entro en la ciudad, veo los sufrimientos del hambre. Sí, hasta el profeta y el sacerdote recorren el país y no logran comprender. (Jeremías 14, 18)