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  • Mientras tanto, el rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida junto a él delante del Arca, sacrificaban carneros y toros, en tal cantidad que no se los podía contar ni calcular. (I Reyes 8, 5)

  • Por su parte, el rey Salomón dio a la reina de Sabá todo lo que a ella se le ocurrió pedir, aparte de los regalos que le hizo como sólo podía hacerlo el rey Salomón. Después, ella emprendió el camino de regreso a su país, acompañada de su séquito. (I Reyes 10, 13)

  • Así lo hizo la mujer de Jeroboám: partió hacia Silo y entró en la casa de Ajías. Este ya no podía ver, porque había perdido la vista a causa de su vejez. (I Reyes 14, 4)

  • ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Parpar, no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No podía yo bañarme en ellos y quedar limpio?". Y dando media vuelta, se fue muy enojado. (II Reyes 5, 12)

  • En cuanto a las dos columnas, al único Mar de bronce y a las bases que había hecho Salomón para la Casa del Señor, no se podía evaluar el peso de bronce de todos esos objetos. (II Reyes 25, 16)

  • Mientras tanto, el rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida junto a él delante del Arca, sacrificaban carneros y toros, en tal cantidad que no se los podía contar ni calcular. (II Crónicas 5, 6)

  • Salomón consagró el centro del atrio que está delante de la Casa del Señor, ofreciendo allí los holocaustos y la grasa de los sacrificios de comunión, porque el altar de bronce que él había hecho no podía contener los holocaustos, la oblación y la grasa de los sacrificios. (II Crónicas 7, 7)

  • No se podía distinguir entre las aclamaciones de júbilo y el llanto de la gente, porque las aclamaciones del pueblo eran tan grandes que se oían desde lejos. (Esdras 3, 13)

  • También enterré a los que mandó matar Senaquerib cuando tuvo que huir de Judea, después del castigo que le infligió el Rey del Cielo por todas las blasfemias que había proferido. Lleno de cólera, Senaquerib mató a muchos israelitas: yo ocultaba sus cuerpos para enterrarlos, y aunque él los buscaba, no podía encontrarlos. (Tobías 1, 18)

  • y las cisternas comenzaron a secarse, de manera que nadie podía beber lo indispensable para cada día porque el agua se les distribuía racionada. (Judit 7, 21)

  • Nadie podía reprocharle nada, porque era muy temerosa de Dios. (Judit 8, 8)

  • hasta llegar frente a la puerta real, porque nadie podía franquearla vestido con esa ropa. (Ester 4, 2)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina