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  • Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». (Juan 20, 26)

  • Pero durante la noche, el Ángel del Señor abrió las puertas de la prisión y los hizo salir. Luego les dijo: (Hechos 5, 19)

  • «Encontramos la prisión cuidadosamente cerrada y a los centinelas de guardia junto a las puertas, pero cuando las abrimos, no había nadie adentro». (Hechos 5, 23)

  • pero Saulo se enteró de lo que tramaban contra él. Y como los judíos vigilaban noche y día las puertas de la ciudad, para matarlo, (Hechos 9, 24)

  • De pronto, la tierra comenzó a temblar tan violentamente que se conmovieron los cimientos de la cárcel, y en un instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas de los prisioneros se soltaron. (Hechos 16, 26)

  • El carcelero se despertó sobresaltado y, al ver abiertas las puertas de la prisión, desenvainó su espada con la intención de matarse, creyendo que los prisioneros se habían escapado. (Hechos 16, 27)

  • La ciudad entera se alborotó, y de todas partes acudió el pueblo. Se apoderaron de Pablo, lo sacaron fuera del Templo y cerraron inmediatamente las puertas. (Hechos 21, 30)

  • Por eso Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de las puertas de la ciudad. (Hebreos 13, 12)

  • y se les abrirán ampliamente las puertas del Reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. (II Pedro 1, 11)

  • Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. (Apocalipsis 21, 12)

  • Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur, y tres al oeste. (Apocalipsis 21, 13)

  • El que me estaba hablando tenía una vara de oro para medir la Ciudad, sus puertas y su muralla. (Apocalipsis 21, 15)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina