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  • De entre todos los animales que viven en las aguas, podréis comer éstos: cuantos tienen aletas y escamas sean de mar o río, los podréis comer. (Levítico 11, 9)

  • Pero serán cosa abominable para vosotros todos los que carezcan de aletas y escamas, entre todos los que bullen en las aguas, en mares y ríos, y entre todos los demás animales que viven en el agua. (Levítico 11, 10)

  • Esta es la ley acerca de los animales, de las aves, y de todos los seres vivientes que se mueven en el agua, y de todos los que andan arrastrándose sobre la tierra; (Levítico 11, 46)

  • No te vengarás ni guardarás rencor contre los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, Yahveh. (Levítico 19, 18)

  • Pero si la hija de un sacerdote queda viuda o es repudiada, y sin tener prole vuelve a la casa de su padre, podrá comer del pan de su padre, como en su juventud. Pero ningún laico comerá de él. (Levítico 22, 13)

  • No segarás los rebrotes de la última siega, ni vendimiarás los racimos de tu viña sin podar. Será año de descanso completo para la tierra. (Levítico 25, 5)

  • Contarás siete semanas de años, siete veces siete años; de modo que el tiempo de las siete semanas de años vendrá a sumar cuarenta y nueve años. (Levítico 25, 8)

  • Este año cincuenta será para vosotros un jubileo: no sembraréis, ni segaréis los rebrotes, ni vendimiaréis la viña que ha quedado sin podar, (Levítico 25, 11)

  • Si vendéis algo a vuestro prójimo o le compráis algo, ved que nadie dañe a su hermano. (Levítico 25, 14)

  • Comprarás a tu prójimo atendiendo el número de años que siguen al jubileo; u según el número de los años de cosecha, él te fijará el precio de venta: (Levítico 25, 15)

  • a mayor número de años, mayor precio cobrarás; cuantos menos años queden, tanto menor será su precio, porque lo que él te vende es el número de cosechas. (Levítico 25, 16)

  • sembraréis el año octavo y seguiréis comiendo de la cosecha anterior hasta el año noveno. Hasta que venga su cosecha, seguiréis comiendo de la anterior. (Levítico 25, 22)


“As almas! As almas! Se alguém soubesse o preço que custam”. São Padre Pio de Pietrelcina