Gefunden 219 Ergebnisse für: cuatro jinetes

  • Dividió su ejército (en dos cuerpos) y puso a los jinetes en medio de los de a pie, pues la caballería de los contrarios era muy numerosa. (I Macabeos 16, 7)

  • Sucedió que durante cerca de cuarenta días aparecieron en toda la ciudad, corriendo por los aires, jinetes vestidos de oro, tropas armadas distribuidas en cohortes, (II Macabeos 5, 2)

  • Después de haberlos enardecido con estas palabras y de haberlos dispuesto a morir por las leyes y por la patria, dividió el ejército en cuatro cuerpos. (II Macabeos 8, 21)

  • 20.500 infantes fueron muertos y seiscientos jinetes. (II Macabeos 10, 31)

  • Las tropas de Macabeo, alborozadas, asediaron la ciudadela durante cuatro días. (II Macabeos 10, 33)

  • No tenía en cuenta en absoluto el poder de Dios, engreído como estaba con sus miríadas de infantes, sus millares de jinetes y sus ochenta elefantes. (II Macabeos 11, 4)

  • Se lanzaron como leones sobre los enemigos, abatieron 11.000 infantes y 1.600 jinetes, y obligaron a huir a todos los demás. (II Macabeos 11, 11)

  • Marchando contra Timoteo, se alejaron de allí nueve estadios, cuando le atacaron no menos de 5.000 árabes y quinientos jinetes. (II Macabeos 12, 10)

  • Macabeo distribuyó su ejército en cohortes, puso a aquellos dos a su cabeza y se lanzó contra Timoteo que tenía consigo 20.000 infantes y 2.500 jinetes. (II Macabeos 12, 20)

  • Salió éste con 3.000 infantes y cuatrocientos jinetes, (II Macabeos 12, 33)

  • y que con él venía Lisias, su tutor y encargado de los negocios, cada uno con un ejército griego de 110.000 infantes, 5.300 jinetes, veintidós elefantes y trescientos carros armados de hoces. (II Macabeos 13, 2)

  • La sanguijuela tiene dos hijas: «¡Daca, daca!» Hay tres cosas insaciables y cuatro que no dicen: «¡Basta!» (Proverbios 30, 15)


Por que a tentação passada deixa na alma uma certa perturbação? perguntou um penitente a Padre Pio. Ele respondeu: “Você já presenciou um tremor de terra? Quando tudo estremece a sua volta, você também é sacudido; no entanto, não necessariamente fica enterrado nos destroços!” São Padre Pio de Pietrelcina