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  • El rey Salomón y toda la comunidad israelita, reunidos delante del arca, sacrificaban ovejas y bueyes en cantidad incalculable. (II Crónicas 5, 6)

  • El rey Salomón inmoló 22.000 toros y 120.000 ovejas; de esta manera el rey y el pueblo celebraron la dedicación del templo de Dios. (II Crónicas 7, 5)

  • Asaltaron asimismo los apriscos y establos de los ganados, y se llevaron una gran cantidad de ovejas y camellos. (II Crónicas 14, 14)

  • Aquel día ofrecieron en sacrificio al Señor 700 toros y 7.000 ovejas del botín que habían traído. (II Crónicas 15, 11)

  • En otras ofrendas sagradas, seiscientos toros y tres mil ovejas. (II Crónicas 29, 33)

  • porque Ezequías, rey de Judá, les regaló mil toros y siete mil ovejas, más otros mil toros y diez mil ovejas que habían regalado los jefes; muchos sacerdotes se habían purificado ya. (II Crónicas 30, 24)

  • El sumo sacerdote Eliasib y sus hermanos los sacerdotes se encargaron de construir la puerta de las Ovejas; la armaron y colocaron sus hojas. Reconstruyeron también el tramo hasta la torre de Jananel. (Nehemías 3, 1)

  • Y entre la cámara alta del ángulo y la puerta de las Ovejas trabajaron los orfebres y los comerciantes. (Nehemías 3, 32)

  • luego por encima de la puerta de Efraín, la puerta de los Peces, la torre de Jananel hasta la puerta de las Ovejas; se hizo alto en la puerta de la Vigilancia. (Nehemías 12, 39)

  • Sin embargo, yo, la mayoría de las veces solo, iba a Jerusalén para participar en las fiestas, como está mandado a todo Israel con mandamiento eterno, llevando las primicias, la décima parte de las cosechas y las primicias del esquileo de las ovejas, (Tobías 1, 6)

  • Ragüel le entregó a Sara, su mujer, y la mitad de sus bienes: criados y criadas, vacas y ovejas, asnos y camellos, vestidos, dinero y utensilios; (Tobías 10, 10)

  • Se hizo con cantidades incontables de camellos, asnos y mulos, acémilas e innumerables ovejas, bueyes y cabras para el abastecimiento. (Judit 2, 17)


“Queira o dulcíssimo Jesus conservar-nos na Sua graça e dar-nos a felicidade de sermos admitidos, quando Ele quiser, no eterno convívio…” São Padre Pio de Pietrelcina