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así como de las columnas que rodeaban el atrio, sus basas, clavos y cuerdas. (Números 3, 37)
Mucho tiempo después de que el Señor concediera a Israel la paz con todos los enemigos que le rodeaban, Josué, ya de edad avanzada, (Josué 23, 1)
Saúl estaba en Guibeá, sentado bajo el tamarindo; tenía su lanza en la mano y todos sus servidores le rodeaban, cuando le anunciaron que David y sus hombres habían sido vistos. (I Samuel 22, 6)
Construyó los departamentos que rodeaban el templo, de dos metros y medio de altura, y los trabó al edificio con vigas de cedro. (I Reyes 6, 10)
Y Eliseo oró así: "Señor, ábrele los ojos para que vea". Y el Señor abrió los ojos del muchacho, el cual vio el monte repleto de caballos y carros de fuego, que rodeaban a Eliseo. (II Reyes 6, 17)
Eliseo estaba sentado en su casa, con los ancianos que le rodeaban, cuando el rey le envió a un mensajero; pero antes de que el mensajero llegase, Eliseo había dicho a los ancianos: "¿Habéis visto cómo este hijo de asesino ha mandado a cortarme la cabeza? Mirad, cuando el mensajero llegue, cerrad la puerta y no le dejéis pasar. ¿No sentís el ruido de los pasos de su señor detrás de él?". (II Reyes 6, 32)
Entonces se practicó una brecha en la ciudad, y todos los hombres de armas huyeron de noche por la puerta entre los dos muros que daban al jardín real, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y escaparon hacia la Arabá. (II Reyes 25, 4)
Los israelitas clamaron al Señor, su Dios, al ver que los rodeaban sus enemigos sin que hubiese posibilidad de escapar. (Judit 7, 19)
La noticia se propagó de tienda en tienda; de todo el campamento acudían y la rodeaban, mientras ella, fuera de la tienda de Holofernes, esperaba el anuncio de su llegada. (Judit 10, 18)
cuando el todopoderoso estaba aún conmigo, y me rodeaban mis muchachos; (Job 29, 5)
El pueblo, ante el ataque de los de Lisímaco, reaccionó con piedras y palos, y hasta recogían del suelo tierra para arrojarla contra los que rodeaban a Lisímaco. (II Macabeos 4, 41)
porque tú fuiste mi protector y mi apoyo, libraste mi cuerpo de la destrucción y del lazo de la lengua malvada, de labios que maquinan la falsedad, has sido mi apoyo delante de los que me rodeaban y me libraste, (Eclesiástico 51, 2)