22. La mano del Señor había descendido sobre mí por la tarde, antes que llegara el fugitivo; y a la mañana siguiente, apenas este llegó, el Señor me abrió la boca. Entonces recuperé el habla y ya no me quedé mudo.





“Para consolar uma alma na sua dor, mostre-lhe todo o bem que ela ainda pode fazer.” São Padre Pio de Pietrelcina