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Ajaz juntó algunos de los utensilios de la Casa de Dios y los hizo añicos, luego cerró las puertas de la Casa de Yavé y fabricó altares en todas las esquinas de Jerusalén. (2 Crónicas 28, 24)
Se acostó Ajaz con sus padres y lo sepultaron dentro de la ciudad en Jerusalén; pues no lo pusieron en el sepulcro de los reyes de Israel. En su lugar reinó su hijo Ezequías. (2 Crónicas 28, 27)
Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abía, hija de Zacarías. (2 Crónicas 29, 1)
Por eso, la ira de Yavé ha venido sobre Judá y Jerusalén, y él los ha convertido en objeto de espanto, terror y rechifla, como lo estamos viendo con nuestros ojos. (2 Crónicas 29, 8)
Ezequías mandó mensajeros a todo Israel y Judá, y escribió también cartas a Efraím y Manasés para que vinieran a la Casa de Yavé a Jerusalén, a fin de celebrar la Pascua en honor de Yavé, el Dios de Israel. (2 Crónicas 30, 1)
El rey y sus jefes y toda la asamblea de Jerusalén acordaron celebrar la Pascua en el mes segundo, (2 Crónicas 30, 2)
ya que no podían celebrarla a su debido tiempo porque los sacerdotes no se habían santificado en número suficiente y el pueblo no se había reunido en Jerusalén. (2 Crónicas 30, 3)
Y decidieron enviar aviso a todo Israel, desde Bersebá hasta Dan, para que vinieran a Jerusalén a celebrar la Pascua en honor de Yavé, el Dios de Israel, porque hacía mucho tiempo que no se celebraba según el rito prescrito. (2 Crónicas 30, 5)
por el país de Efraím y de Manasés llegando hasta Zabulón. Pero se reían y se burlaban de ellos. Sin embargo hombres de Aser, Manasés y Zabulón hicieron penitencia y vinieron a Jerusalén. (2 Crónicas 30, 11)
Se reunió en Jerusalén mucha gente para celebrar la fiesta de los Azimos en el mes segundo; era una asamblea muy grande. (2 Crónicas 30, 13)
Se levantaron y quitaron los altares que había en Jerusalén, quitaron también todos los altares en que se quemaba incienso y los arrojaron al torrente Cedrón. (2 Crónicas 30, 14)
Los hijos de Israel que estaban en Jerusalén celebraron la fiesta de los Azimos por siete días con gran alegría, mientras los levitas y los sacerdotes alababan a Yavé todos los días con todas sus fuerzas. (2 Crónicas 30, 21)