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  • quité el reino a la casa de David para dártelo a ti; pero tú no has sido como mi siervo David, el cual observó mis preceptos y me siguió de todo corazón, haciendo sólo lo que es recto a mis ojos, (I Reyes 14, 8)

  • Ajab llamó a Abdías, su mayordomo, el cual era muy temeroso del Señor: (I Reyes 18, 3)

  • En verdad no hubo nadie que como Ajab se prestase a hacer lo que es malo a los ojos del Señor, a lo cual le incitaba su esposa Jezabel, (I Reyes 21, 25)

  • el cual dijo a sus servidores: "Sabéis bien que Ramot de Galaad nos pertenece, y, no obstante, nosotros estamos con los brazos cruzados sin quitársela al rey de Siria". (I Reyes 22, 3)

  • El rey de Israel respondió a Josafat: "Hay todavía uno por medio del cual podemos consultar al Señor; pero yo le odio porque nunca me profetiza cosas buenas, sino cosas malas. Es Miqueas, hijo de Yimlá". Josafat dijo: "No hable así el rey". (I Reyes 22, 8)

  • Al ponerse el sol, corrió esta orden por el campamento: "¡Cada cual a su ciudad, cada cual a su tierra, el rey ha muerto!". (I Reyes 22, 36)

  • Ocozías volvió a enviarle otro capitán con sus cincuenta, el cual fue y le dijo: "Hombre de Dios, el rey ordena que vayas en seguida". (II Reyes 1, 11)

  • Entonces ella fue a contar la cosa al hombre de Dios, el cual le dijo: "Anda, vende el aceite, paga a tu acreedor, y tú y tus hijos vivid de lo restante". (II Reyes 4, 7)

  • Y Eliseo oró así: "Señor, ábrele los ojos para que vea". Y el Señor abrió los ojos del muchacho, el cual vio el monte repleto de caballos y carros de fuego, que rodeaban a Eliseo. (II Reyes 6, 17)

  • Jazael dejó a Eliseo y fue donde su señor, el cual le preguntó: "¿Qué te ha dicho Eliseo?". Respondió: "Me ha dicho que te curarás". (II Reyes 8, 14)

  • Pero al día siguiente Jazael tomó el cobertor, lo empapó de agua y lo extendió sobre el rostro del rey, el cual murió. Jazael le sucedió en el trono. (II Reyes 8, 15)

  • Siguió la conducta de la casa de Ajab, haciendo lo que es malo a los ojos del Señor, como la casa de Ajab, con la cual estaba emparentado. (II Reyes 8, 27)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina