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  • Del mismo modo todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según todas las costumbres abominables de las naciones paganas, y mancharon la Casa de Yavé, que él se había consagrado en Jerusalén. (2 Crónicas 36, 14)

  • Coloquen una copia de esta carta en todo lugar público, dejen que los judíos observen sus propias costumbres (Ester 16, 19)

  • Este los autorizó para que adoptaran las costumbres de los pueblos paganos. (1 Macabeos 1, 13)

  • Todos los pueblos de su Imperio debían abandonar sus costumbres particulares, para formar un único pueblo. (1 Macabeos 1, 42)

  • El decreto que imponía costumbres extranjeras llegó a Jerusalén y a toda Judea. (1 Macabeos 1, 44)

  • de tal modo que olvidaran la Ley y cambiaran todas sus costumbres. Al final, el decreto decía: (1 Macabeos 1, 49)

  • Sin embargo, se dijeron: «No podemos hacer como nuestros hermanos, sino que debemos luchar contra los paganos para defender nuestra vida y nuestras costumbres. De otra manera, pronto nos habrán exterminado.» (1 Macabeos 2, 40)

  • Concedámosles que vivan según sus costumbres como antes, ya que todo esto vino porque les suprimimos sus leyes y ellos se han levantado en defensa de ellas.» (1 Macabeos 6, 59)

  • Con el consentimiento del rey y con el poder en su mano pronto fue arrastrando a sus compatriotas a las costumbres de los griegos. (2 Macabeos 4, 10)

  • Renunció a los privilegios que los reyes habían concedido a los judíos por medio de Juan, padre de Eupólemo, el que hizo la embajada de amistad y alianza de romanos y judíos; suprimió las instituciones legítimas e introdujo costumbres nuevas contrarias a la Ley. (2 Macabeos 4, 11)

  • El paganismo se propagó por la influencia de Jasón, que tenía más de impío que de Sumo Sacerdote. Las costumbres griegas estaban tan de moda, (2 Macabeos 4, 13)

  • Con esto se pusieron a sí mismos en una situación difícil, pues aquellos que tomaban como modelos y cuyas costumbres querían imitar en todo vinieron a ser sus enemigos y tiranos. (2 Macabeos 4, 16)


“O grau sublime da humildade é não só reconhecer a abnegação, mas amá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina