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¿Quién entrará en la casa del Fuerte y le robará sus cosas, sino el que pueda amarrar al Fuerte? Sólo entonces le saqueará la casa. (Evangelio según San Mateo 12, 29)
Pero el viento seguía muy fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame!» (Evangelio según San Mateo 14, 30)
La gente les decía que se callaran, pero ellos gritaban aun más fuerte: «¡Señor, hijo de David, ten compasión de nosotros!» (Evangelio según San Mateo 20, 31)
Pero nuevamente Jesús dio un fuerte grito y entregó su espíritu. (Evangelio según San Mateo 27, 50)
La verdad es que nadie puede entrar en la casa del Fuerte y arrebatarle sus cosas si no lo amarra primero; entonces podrá saquear su casa. (Evangelio según San Marcos 3, 27)
Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. (Evangelio según San Marcos 15, 37)
Un miedo muy fuerte se apoderó de ellos y todo el pueblo del territorio de los gerasenos pidió a Jesús que se alejara. Cuando Jesús subió a la barca para volver, (Evangelio según San Lucas 8, 37)
Cuando el Fuerte, bien armado, guarda su casa, todas sus cosas están seguras; (Evangelio según San Lucas 11, 21)
pero si llega uno más fuerte y lo vence, le quitará las armas en que confiaba y distribuirá todo lo que tenía. (Evangelio según San Lucas 11, 22)
y Jesús gritó muy fuerte: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y dichas estas palabras, expiró. (Evangelio según San Lucas 23, 46)
Juan dio testimonio de él; dijo muy fuerte: «De él yo hablaba al decir: el que ha venido detrás de mí, ya está delante de mí, porque era antes que yo.» (Evangelio según San Juan 1, 15)
y empezaban a formarse grandes olas debido al fuerte viento que soplaba. (Evangelio según San Juan 6, 18)