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Anás y Caifás eran los jefes de los sacerdotes. En este tiempo la palabra de Dios le fue dirigida a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. (Evangelio según San Lucas 3, 2)
Juan empezó a recorrer toda la región del río Jordán, predicando bautismo y conversión, para obtener el perdón de los pecados. (Evangelio según San Lucas 3, 3)
Juan decía a las muchedumbres que venían a él de todas partes para que las bautizara: «Raza de víboras, ¿cómo van a pensar que escaparán del castigo que se acerca? (Evangelio según San Lucas 3, 7)
Vinieron también cobradores de impuestos para que Juan los bautizara. Le dijeron: «Maestro, ¿qué tenemos que hacer?» (Evangelio según San Lucas 3, 12)
Respondió Juan: «No cobren más de lo establecido.» (Evangelio según San Lucas 3, 13)
A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les contestó: «No abusen de la gente, no hagan denuncias falsas y conténtense con su sueldo.» (Evangelio según San Lucas 3, 14)
El pueblo estaba en la duda, y todos se preguntaban interiormente si Juan no sería el Mesías, (Evangelio según San Lucas 3, 15)
por lo que Juan hizo a todos esta declaración: «Yo les bautizo con agua, pero está para llegar uno con más poder que yo, y yo no soy digno de desatar las correas de su sandalia. El los bautizará con el Espíritu Santo y el fuego. (Evangelio según San Lucas 3, 16)
Con estas instrucciones y muchas otras, Juan anunciaba la Buena Nueva al pueblo. (Evangelio según San Lucas 3, 18)
no dudó en apresar a Juan, con lo que añadió otro crimen más a todos los anteriores. (Evangelio según San Lucas 3, 20)
Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; en adelante serás pescador de hombres.» (Evangelio según San Lucas 5, 10)
Algunos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y rezan sus oraciones, y lo mismo hacen los discípulos de los fariseos, mientras que los tuyos comen y beben.» (Evangelio según San Lucas 5, 33)