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  • Los refranes de ustedes no son más que polvo, las murallas de ustedes son muros de barro. (Job 13, 12)

  • asalta las casas que notó en el día y perfora sus muros en la oscuridad. (Job 24, 16)

  • ¡Que la paz guarde tus muros y haya seguridad en tus palacios!" (Salmos 122, 7)

  • nuestras bestias viajan muy cargadas. No hay hoyos en los muros ni rendiciones, ni gritos de lamento en nuestras plazas. (Salmos 144, 14)

  • Saquearon la ciudad, la incendiaron y destruyeron las casas y los muros que la rodeaban. (1 Macabeos 1, 31)

  • Las mujeres, ceñidas de saco desde los pechos, llenaban la calle. Las más jóvenes, que no debían todavía salir a la calle, unas corrían hacia las puertas, otras subían a los muros y otras se asomaban por las ventanas. (2 Macabeos 3, 19)

  • Los sitiados, que se sentían seguros por la robustez de los muros y porque tenían sus almacenes llenos de alimentos, despreciaban y trataban groseramente con insultos a los hombres de Judas. Además, proferían blasfemias y palabras sacrílegas. (2 Macabeos 12, 14)

  • Los hombres de Judas, después de invocar al gran Soberano del mundo, que sin máquinas de guerra había derribado los muros de Jericó en tiempo de Josué, se lanzaron ferozmente contra los muros. (2 Macabeos 12, 15)

  • que instala su tienda al lado de su casa y clava las estacas en sus muros. (Sirácides (Eclesiástico) 14, 24)

  • El hombre que es infiel a su esposa se dice a sí mismo: "¿Quién me verá? Las sombras me rodean, los muros me ocultan, nadie me mira; ¿por qué inquietarme? El Altísimo no anotará mis pecados". (Sirácides (Eclesiástico) 23, 18)

  • También hicieron un estanque entre los dos muros para recoger las aguas del estanque inferior, en sustitución de la piscina antigua. Pero no repararon en el que manda estos acontecimientos, ni vieron a aquel que los ha decidido desde hace tiempo. (Isaías 22, 11)

  • ¡Pobrecilla, azotada por la tempestad y sin consuelo! Yo asentaré tus muros sobre piedras preciosas, y serán tus cimientos de zafiro. (Isaías 54, 11)


“O Senhor se comunica conosco à medida que nos libertamos do nosso apego aos sentidos, que sacrificamos nossa vontade própria e que edificamos nossa vida na humildade.” São Padre Pio de Pietrelcina