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En cuanto a eso de que ustedes hablan: «Yavé nos ha dado también aquí, en Babilonia, profetas», (Jeremías 29, 15)
Pues no quisieron hacerme caso, dice Yavé, cuando les hablaba por medio de mis servidores los profetas, los que les estuve mandando sin parar. Se negaron a oírme. (Jeremías 29, 19)
debido a todas las maldades que han cometido para hacerme enojar los hijos de Israel y de Judá, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes, sus profetas, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. (Jeremías 32, 32)
Les he mandado, repetidas veces, a todos mis servidores los profetas, con este aviso: Dejen el mal camino que llevan, mejoren de conducta, no anden tras otros dioses para adorarlos, y sólo entonces podrán quedarse en la tierra que les di a ustedes y a sus padres. Pero ustedes no me han oído ni me han hecho caso. (Jeremías 35, 15)
¿Dónde están los profetas que te decían: No vendrá el rey de Babilonia contra ustedes; no entrará en nuestro país? (Jeremías 37, 19)
Yo les he estado mandando a ustedes sin parar, a todos mis sirvientes los profetas, con este mensaje: «No hagan esas cosas horribles que yo detesto.» (Jeremías 44, 4)
Sus puertas se han hundido en tierra, él ha roto sus cerrojos; su rey y sus príncipes están entre extranjeros; ya no hay Ley y tampoco sus profetas consiguen visiones de Yavé. (Lamentaciones 2, 9)
Tus profetas anunciaron para ti falsedad y tonterías. No te descubrieron tu culpa para ahorrarte el cautiverio. Tuvieron para ti presagios de falsedad y de ilusión. (Lamentaciones 2, 14)
Fue por los pecados de sus profetas, por las culpas de sus sacerdotes, que en medio de ellos derramaron sangre de justos. (Lamentaciones 4, 13)
El rostro de Yavé los dispersó, ya no vuelve a mirarlos. No respetaron a los sacerdotes ni tuvieron piedad de los profetas. (Lamentaciones 4, 16)
a nuestros reyes y nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros padres, (Baruc 1, 16)
No escuchamos la voz del Señor, según lo que decían los profetas que nos envió; (Baruc 1, 21)