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Quedaron admirados al ver la seguridad con que hablaban Pedro y Juan, que eran hombres sin instrucción ni preparación, pero sabían que habían estado con Jesús. (Hecho de los Apóstoles 4, 13)
Apenas quedaron libres, Pedro y Juan fueron a los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los jefes de los sacerdotes y los ancianos. (Hecho de los Apóstoles 4, 23)
Terminada la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a anunciar con valentía la Palabra de Dios. (Hecho de los Apóstoles 4, 31)
El jefe de la policía del Templo y los jefes de los sacerdotes quedaron desconcertados al oír esto y se preguntaban qué podía haber sucedido. (Hecho de los Apóstoles 5, 24)
Pues espíritus malos salían de los endemoniados dando gritos, y varios paralíticos y cojos quedaron sanos. (Hecho de los Apóstoles 8, 7)
Y los creyentes de origen judío, que habían venido con Pedro, quedaron atónitos: «¡Cómo! ¡Dios regala y derrama el Espíritu Santo también sobre los que no son judíos!» (Hecho de los Apóstoles 10, 45)
Pedro seguía llamando. Cuando abrieron y vieron que era él, se quedaron sin palabras. (Hecho de los Apóstoles 12, 16)
donde se quedaron evangelizando. (Hecho de los Apóstoles 14, 7)
Se quedaron allí algún tiempo enseñando. Luego llegaron unos judíos de Antioquía e Iconio y hablaron con mucha seguridad, afirmando que no había nada de verdadero en aquella predicación, sino que todo era una mentira. Persuadieron a la gente a que les dieran la espalda y al final apedrearon a Pablo. Después lo arrastraron fuera de la ciudad, convencidos de que ya estaba muerto. (Hecho de los Apóstoles 14, 19)
Se quedaron allí algún tiempo, y los hermanos los despidieron en paz para volver a la comunidad que los había enviado. (Hecho de los Apóstoles 15, 33)
Los judíos no se quedaron pasivos: reunieron a unos cuantos vagos y maleantes, armaron un motín y alborotaron la ciudad. Hicieron una demostración frente a la casa de Jasón, pues querían a Pablo y Silas para llevarlos ante la asamblea del pueblo. (Hecho de los Apóstoles 17, 5)
La noticia llegó a todos los habitantes de Efeso, tanto judíos como griegos. Todos quedaron muy atemorizados, y el Nombre del Señor Jesús fue tenido en gran consideración. (Hecho de los Apóstoles 19, 17)