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  • ¡Hijo mío, pon atención a mis palabras, oye bien mis discursos! (Proverbios 4, 20)

  • De mi boca brota la verdad, porque aborrezco los discursos hipócritas. (Proverbios 8, 7)

  • Yavé protege al que sabe de verdad, pero desenmascara los discursos perversos. (Proverbios 22, 12)

  • ¿Busca alguien vastos conocimientos? La Sabiduría conoce las cosas del pasado y prevé el porvenir; sabe interpretar los discursos y resolver los enigmas, anuncia de antemano las señales de la naturaleza y los prodigios, el fin de las épocas y de los tiempos. (Sabiduría 8, 8)

  • Cuando la están escuchando, no es el momento para discursos, no pases por sabio en el momento inadecuado. (Sirácides (Eclesiástico) 32, 4)

  • Cuando oyeron todos estos discursos, se miraron uno al otro muy asustados y dijeron a Baruc: «Tenemos que dar a conocer al rey todo esto.» (Jeremías 36, 16)

  • Y aquellos jefes dijeron al rey: «Este hombre debe morir, porque sus discursos desalientan a los combatientes que quedan en esta ciudad y aun a todo el pueblo. Es evidente que este hombre no busca nuestro bien, sino que trata de perdernos.» (Jeremías 38, 4)

  • Ustedes aburren a Yavé con sus discursos y todavía dicen: «¿En qué le hemos molestado?» Ustedes lo molestan cuando afirman que Yavé mira complacido a cuantos actúan mal, ya que les va bien en todo, o cuando se preguntan: «¿Dónde estará el Dios que hace justicia?» (Malaquías 2, 17)

  • Cuando Jesús terminó todos estos discursos, dijo a sus discípulos: (Evangelio según San Mateo 26, 1)

  • Unos ocho días después de estos discursos, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y subió a un cerro a orar. (Evangelio según San Lucas 9, 28)

  • Pedro siguió insistiendo con muchos otros discursos. Los exhortaba diciendo: «Aléjense de esta generación perversa y sálvense.» (Hecho de los Apóstoles 2, 40)

  • De todas maneras, no me envió Cristo a bautizar, sino a proclamar el Evangelio. ¡Y no con discursos sofisticados! Pues entonces la cruz de Cristo ya no tendría sentido. (1º Carta a los Corintios 1, 17)


“É doce o viver e o penar para trazer benefícios aos irmãos e para tantas almas que, vertiginosamente, desejam se justificar no mal, a despeito do Bem Supremo.” São Padre Pio de Pietrelcina