Fundar 899 Resultados para: guerreros de David

  • Saúl se enojó mucho y el refrán no le gustó, pues comentó: «A David le han dado diez mil, y a mí me dan sólo mil; ahora, lo único que le falta es el reino.» (1 Samuel 18, 8)

  • A partir de ese día, Saúl miró a David con malos ojos. (1 Samuel 18, 9)

  • Al día siguiente, un espíritu malo, venido de Dios, cayó sobre Saúl, que comenzó a delirar en su casa. David, pues, como lo hacía otros días, empezó a tocar la cítara. Saúl tenía una lanza en su mano, (1 Samuel 18, 10)

  • y pensó: «Clavaré a David en la pared.» Pero David esquivó el golpe dos veces. (1 Samuel 18, 11)

  • Saúl veía que Yavé lo había abandonado y estaba con David. Por eso tuvo miedo de David. (1 Samuel 18, 12)

  • David marchaba a la cabeza del ejército y le iba bien en todas sus expediciones porque Yavé estaba con él. (1 Samuel 18, 14)

  • Estos éxitos de David hicieron que Saúl lo temiera más aún; (1 Samuel 18, 15)

  • todo Israel y Judá, en cambio, quería a David porque él marchaba siempre al frente de ellos. (1 Samuel 18, 16)

  • Por esto, Saúl dijo a David: «Te voy a dar por esposa a mi hija mayor, Merob, con tal de que me demuestres tu valentía combatiendo por Yavé.» Al mismo tiempo, Saúl se decía: «No le voy a matar yo; es mejor que lo hagan los filisteos.» (1 Samuel 18, 17)

  • David dijo a Saúl: «¿Quién soy yo, y quién es mi familia? ¿Y de qué consideración goza la familia de mi padre en Israel, para que yo llegue a ser el yerno del rey?» (1 Samuel 18, 18)

  • Pero cuando llegó el tiempo en que Merob, hija de Saúl, debía desposarse con David, fue dada por esposa a Adriel de Mejolá. (1 Samuel 18, 19)

  • Micol, la otra hija de Saúl, se enamoró de David; se lo dijeron a Saúl y le agradó mucho la noticia. (1 Samuel 18, 20)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina