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Porque, Señor, hemos pasado a ser la nación más pequeña de toda la tierra y somos humillados a causa de nuestros pecados (Daniel 3, 37)
En cuanto a lo que ha visto el rey, un ángel, un santo que bajaba del cielo y decía: «Corten el árbol, destruyéndolo, pero el tronco y las raíces déjenlos en tierra, con ataduras de hierro y bronce, entre la hierba del campo, que lo moje el rocío del cielo y participe de la suerte de los animales del campo hasta que hayan pasado por él siete tiempos, mira que voy a explicártelo (Daniel 4, 20)
Pero tú, Belén Efrata, aunque eres la más pequeña entre todos los pueblos de Judá, tú me darás a aquel que debe gobernar a Israel: su origen se pierde en el pasado, en épocas antiguas. (Miqueas 5, 1)
Pero ahora, voy a tratar a los sobrevivientes de este pueblo en forma distinta al pasado, dice Yavé. (Zacarías 8, 11)
Los cuidadores huyeron, fueron a la ciudad y contaron todo lo sucedido, y lo que había pasado con los endemoniados. (Evangelio según San Mateo 8, 33)
Cuando ya caía la tarde, sus discípulos se le acercaron, diciendo: «Estamos en un lugar despoblado, y ya ha pasado la hora. Despide a esta gente para que se vayan a las aldeas y se compren algo de comer.» (Evangelio según San Mateo 14, 15)
Pero todo ha pasado para que así se cumpliera lo escrito en los Profetas.» Entonces todos los discípulos abandonaron a Jesús y huyeron. (Evangelio según San Mateo 26, 56)
Pasado el sábado, al aclarar el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a visitar el sepulcro. (Evangelio según San Mateo 28, 1)
Mientras las mujeres iban, unos guardias corrieron a la ciudad y contaron a los jefes de los sacerdotes todo lo que había pasado. (Evangelio según San Mateo 28, 11)
Entonces la mujer, que sabía muy bien lo que le había pasado, asustada y temblando, se postró ante él y le contó toda la verdad. (Evangelio según San Marcos 5, 33)
Pues no habían entendido lo que había pasado con los panes, tenían la mente cerrada. (Evangelio según San Marcos 6, 52)
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé, compraron aromas para embalsamar el cuerpo. (Evangelio según San Marcos 16, 1)