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  • Al fin, habiendo partido del Horeb, enfrentamos aquel enorme y temible desierto que vieron, camino de la montaña del amorreo, como Yavé nos lo mandaba, y llegamos a Cadés Barné. (Deuteronomio 1, 19)

  • Y dije: «¡Ah, Yavé, Dios del Cielo, tú eres grande y temible! Tú guardas tu alianza y tu fidelidad a los que te aman y cumplen tus mandamientos. (Nehemías 1, 5)

  • Ahora, pues, oh Dios nuestro, Dios grande, poderoso y temible, que mantienes tu alianza y tu amor, toma en cuenta la miseria que ha caído sobre nosotros, sobre nuestros reyes y príncipes, nuestros sacerdotes y profetas, sobre nuestros padres y sobre todo tu pueblo desde los tiempos de los reyes de Asiria hasta el día de hoy. (Nehemías 9, 32)

  • Dios terrible en la asamblea de los santos, grande y temible para toda su corte. (Salmos 89, 8)

  • Porque el Señor es grande y muy digno de alabanza,. más temible que todos los dioses. (Salmos 96, 4)

  • Envió a su pueblo la liberación, fijó con él una alianza para siempre; santo y temible es su Nombre. (Salmos 111, 9)

  • La oración era la siguiente: «Señor, Señor Dios, creador de todo, temible y fuerte, justo y misericordioso, tú, rey único y bueno, (2 Macabeos 1, 24)

  • ¿Quién es ésta que surge como la aurora, bella como la luna, brillante como el sol, temible como un ejército? El: (Cantar 6, 10)

  • No hay cabeza más temible que la de una serpiente, ni peor furor que el de una persona enemiga. (Sirácides (Eclesiástico) 25, 15)

  • Es un Señor temible y altísimo, su poder es prodigioso. (Sirácides (Eclesiástico) 43, 29)

  • Vayan, rápidos mensajeros, al país de gente alta y morena, cuyo pueblo ha sido siempre temible; a la nación vigorosa y conquistadora cuya tierra está surcada por ríos. (Isaías 18, 2)

  • Rogué a Yavé, mi Dios, y le hice esta confesión SSeñor, Dios grande y temible, que guardas la alianza y el amor a los que te aman y observan tus mandamientos. (Daniel 9, 4)


“Como Jesus, preparemo-nos a duas ascensões: uma ao Calvário e outra ao Céu. A ascensão ao Calvário, se não for alegre, deve ao menos ser resignada!” São Padre Pio de Pietrelcina