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  • ¡Bendito sea el Señor, que no nos entregó como presa de sus dientes! (Salmos 124, 6)

  • Persiguió implacablemente a los impíos y entregó a las llamas a los perturbadores de su pueblo. (I Macabeos 3, 5)

  • Le entregó su diadema, su manto y su anillo, encargándole que dirigiera a su hijo Antíoco y lo educara para que fuera rey. (I Macabeos 6, 15)

  • El rey Alejandro fue a su encuentro, y Tolomeo le entregó a su hija Cleopatra, celebrándose la boda en Tolemaida con la magnificencia propia de los reyes. (I Macabeos 10, 58)

  • El rey designó a Cendebeo comandante en jefe de la zona marítima y le entregó tropas de infantería y caballería. (I Macabeos 15, 38)

  • ¡Sea siempre bendito nuestro Dios, que entregó a la muerte a los impíos! (II Macabeos 1, 17)

  • Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi alma por las leyes de nuestros padres, invocando a Dios para que pronto se muestro propicio con nuestra nación y para que te haga confesar, a fuerza de aflicciones y golpes, que él es el único Dios. (II Macabeos 7, 37)

  • Después Jeremías extendió su mano derecha y entregó a Judas una espada de oro, diciendo mientras se la daba: (II Macabeos 15, 15)

  • ¿Quién entregó a Jacob al despojo, y a Israel a los expoliadores? ¿No es el Señor, contra quien hemos pecado por no querer seguir sus caminos y haber desoído su Ley? (Isaías 42, 24)

  • Porque tú eres de gran precio a mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo, entrego hombres a cambio de ti y pueblos a cambio de tu vida. (Isaías 43, 4)

  • Con mi gran fuerza y mi brazo poderoso, yo hice la tierra, al hombre y los animales que están sobre la superficie de la tierra, y los entrego a quien me parece bien. (Jeremías 27, 5)

  • así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, acerca de Ajab, hijo de Colaías, y de Sedecías, hijo de Maasías, que profetizan para ustedes la mentira en mi Nombre: Yo los entrego en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que los herirá a la vista de ustedes. (Jeremías 29, 21)


“As almas não são oferecidas como dom; compram-se. Vós ignorais quanto custaram a Jesus. É sempre com a mesma moeda que é preciso pagá-las”. São Padre Pio de Pietrelcina