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  • Por eso entregaste a sus jefes a la masacre, y así su lecho, envilecido por su engaño, también por un engaño quedó ensangrentado. Bajo tus golpes, cayeron muertos los esclavos con sus príncipes y los príncipes, sobre sus tronos. (Judit 9, 3)

  • Sólo Judit quedó en la carpa, mientras Holofernes, completamente ebrio, yacía tendido en su lecho. (Judit 13, 2)

  • Cuando todos ya se habían retirado de la carpa, y no quedaba nadie dentro de ella, ni grande ni pequeño, Judit, de pie junto al lecho de Holofernes, dijo en su corazón: "Señor, Dios todopoderoso, mira favorablemente en esta hora lo que voy a hacer para la exaltación de Jerusalén. (Judit 13, 4)

  • Judit se aproximó entonces a la barra del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes, descolgó de allí su espada, (Judit 13, 6)

  • y acercándose al lecho, lo tomó por la cabellera y exclamó: "¡Fortaléceme en esta hora, Dios de Israel!". (Judit 13, 7)

  • Hizo rodar el cuerpo desde el lecho y arrancó el cortinado de las columnas. Poco después, salió y entregó a su servidora la cabeza de Holofernes. (Judit 13, 9)

  • Judit dedicó todo el mobiliario de Holofernes, que el pueblo le había obsequiado, y consagró en homenaje a Dios el cortinado que ella misma había arrancado de su lecho. (Judit 16, 19)

  • En cada provincia, a medida que iba llegando la orden del rey y su decreto, había un gran duelo entre los judíos, con ayunos, lágrimas y lamentaciones. Y el sayal y la ceniza sirvieron de lecho para muchos. (Ester 4, 3)

  • sabes que yo detesto la gloria de los impíos y me horroriza el lecho de los incircuncisos y el de cualquier extranjero. (Ester 14, 15)

  • Al llegar el verano, se evaporan; con el calor, se extinguen en su propio lecho. (Job 6, 17)

  • Cuando pienso: "Mi lecho me consolará, mi cama compartirá mis quejidos", (Job 7, 13)

  • ¿Qué puedo esperar? El Abismo es mi morada, en las tinieblas extendí mi lecho. (Job 17, 13)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina