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Porque aquel que habla un lenguaje incomprensible no se dirige a los hombres sino a Dios, y nadie le entiende: dice en éxtasis cosas misteriosas. (I Corintios 14, 2)
El que habla un lenguaje incomprensible se edifica a sí mismo, pero el que profetiza edifica a la comunidad. (I Corintios 14, 4)
Mi deseo es que todos ustedes tengan el don de lenguas, pero prefiero que profeticen, porque el que profetiza aventaja al que habla un lenguaje incomprensible. A no ser que este último también interprete ese lenguaje, para edificación de la comunidad. (I Corintios 14, 5)
Por esta razón, el que habla un lenguaje incomprensible debe orar pidiendo el don de interpretarlo. (I Corintios 14, 13)
Porque si oro en un lenguaje incomprensible, mi espíritu ora, pero mi inteligencia no saca ningún provecho. (I Corintios 14, 14)
Sin embargo, cuando estoy en la asamblea prefiero decir cinco palabras inteligibles, para instruir a los demás, que diez mil en un lenguaje incomprensible. (I Corintios 14, 19)
Por otra parte, si al reunirse la asamblea, todos se ponen a hablar en un lenguaje incomprensible y entran algunos que no están iniciados o no son creyentes, seguramente pensarán que ustedes están locos. (I Corintios 14, 23)
Hermanos, ¿qué conclusión sacaremos de todo esto? Cuando se reúnen, uno puede cantar salmos, otro enseñar, o transmitir una revelación, o pronunciar un discurso en un lenguaje incomprensible, o bien, interpretarlo. Que todo sirva para la edificación común. (I Corintios 14, 26)
En conclusión, hermanos, aspiren al don de la profecía y no impidan que se hable en un lenguaje incomprensible. (I Corintios 14, 39)
Les aseguro, por la fidelidad de Dios, que nuestro lenguaje con ustedes no es hoy «sí», y mañana «no». (II Corintios 1, 18)
Ellos son del mundo, por eso hablan el lenguaje del mundo y el mundo los escucha. (I Juan 4, 5)