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Los hijos de tus opresores irán a inclinarse ante ti, y todos los que te despreciaban se postrarán ante la planta de tus pies y te llamarán: "Ciudad del Señor", "Sión del Santo de Israel". (Isaías 60, 14)
Así habla el Señor: El cielo es mi trono y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa podrán edificarme ustedes y dónde estará el lugar de mi reposo? (Isaías 66, 1)
No dejes que tus pies queden descalzos ni que tu garganta sienta sed. Pero tú dices: "¡No hay nada que hacer! ¡No! A mí me gustan los extranjeros y quiero ir detrás de ellos". (Jeremías 2, 25)
¡Den gloria al Señor, su Dios, antes que él haga oscurecer, antes que los pies de ustedes tropiecen contra las montañas del crepúsculo! Ustedes aguardan la luz, y él la cambiará en tinieblas, la convertirá en densa oscuridad. (Jeremías 13, 16)
¡Que se oiga el clamor que sale de sus casas, cuando mandes de repente salteadores contra ellos! Porque han cavado una fosa para atraparme y han ocultado trampas bajo mis pies. (Jeremías 18, 22)
todas las mujeres que aún quedan en la casa del rey de Judá serán llevadas a los jefes de los caldeos, y ellas dirán: ¡Te han seducido y han podido contra ti tus amigos más íntimos! Apenas tus pies se hundieron en el fango, ellos se echaron para atrás. (Jeremías 38, 22)
Él envió un fuego desde lo alto, lo hizo bajar hasta mis huesos. Tendió una red a mis pies, me hizo retroceder. Me convirtió en una desolación, estoy siempre dolorida. (Lamentaciones 1, 13)
¡Cómo cubrió de nubes el Señor, en su enojo, a la hija de Sión! Precipitó del cielo a la tierra la gloria de Israel; no se acordó del estrado de sus pies, en el día de su ira. (Lamentaciones 2, 1)
Cuando se aplasta bajo los pies a todos los prisioneros de un país; (Lamentaciones 3, 34)
sus ojos se llenan del polvo levantado por los pies de los que entran. (Baruc 6, 16)
Como no tienen pies, son llevados en andas, mostrando así a los hombres que no valen nada. Y sus propios servidores también tienen que avergonzarse, porque si esos dioses caen por tierra, ellos tienen que levantarlos. (Baruc 6, 25)
Sus piernas eran rectas; sus pies, como pezuñas de ternero, y resplandecían con el fulgor del bronce bruñido. (Ezequiel 1, 7)