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y mis pies se mantuvieron firmes en los caminos señalados: ¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas! (Salmos 17, 5)
El Señor inclinó el cielo, y descendió con un espeso nubarrón bajo sus pies; (Salmos 18, 10)
los derroté y no pudieron rehacerse, quedaron abatidos bajo mis pies. (Salmos 18, 39)
el Dios que venga mis agravios y pone a los pueblos a mis pies! (Salmos 18, 48)
Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies (Salmos 22, 17)
Mis ojos están siempre fijos en el Señor, porque él sacará mis pies de la trampa. (Salmos 25, 15)
Mis pies están firmes sobre el camino llano, y en la asamblea bendeciré al Señor. (Salmos 26, 12)
Sólo te pido que no se rían de mí, ni se aprovechen cuando tropiecen mis pies. (Salmos 38, 17)
Me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso; afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos. (Salmos 40, 3)
Él puso a los pueblos bajo nuestro yugo, y a las naciones bajo nuestros pies; (Salmos 47, 4)
porque tú libraste mi vida de la muerte y mis pies de la caída, para que camine delante de Dios en la luz de la vida. (Salmos 56, 14)
El justo se alegrará al contemplar la Venganza y lavará sus pies en la sangre de los impíos. (Salmos 58, 11)