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  • Mi carne se estremece de temor por ti, y respeto tus decisiones. (Salmos 119, 120)

  • Eleazar, uno de los principales maestros de la Ley, de edad muy avanzada y de noble aspecto, fue forzado a abrir la boca para comer carne de cerdo. (II Macabeos 6, 18)

  • después de haber escupido la carne, como deben hacerlo los que tienen el valor de rechazar lo que no está permitido comer, ni siquiera por amor a la vida. (II Macabeos 6, 20)

  • Los que presidían este banquete ritual contrario a la Ley, como lo conocían desde hacía mucho tiempo, lo llevaron aparte y le rogaron que hiciera traer carne preparada expresamente para él y que le estuviera permitido comer. Asimismo le dijeron que fingiera comer la carne del sacrificio, conforme a la orden del rey. (II Macabeos 6, 21)

  • También fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. (II Macabeos 7, 1)

  • Una vez que el primero murió de esta manera, llevaron al suplicio al segundo. Después de arrancarle el cuero cabelludo, le preguntaron: "¿Vas a comer carne de cerdo, antes que sean torturados todos los miembros de tu cuerpo?". (II Macabeos 7, 7)

  • Su estado era tal que del cuerpo del impío brotaban los gusanos; estando vivo aún, la carne se le caía a pedazos, en medio de dolores y sufrimientos, y el ejército apenas podía soportar el hedor que emanaba de él. (II Macabeos 9, 9)

  • El rey, que había sufrido en carne propia la audacia de los judíos, intentó apoderarse de sus fortalezas de manera sistemática. (II Macabeos 13, 18)

  • eso será un remedio para tu carne y savia para tus huesos. (Proverbios 3, 8)

  • y que al fin tengas que gemir, cuando estén consumidos tu cuerpo y tu carne. (Proverbios 5, 11)

  • El hombre fiel se hace bien a sí mismo, pero el cruel atormenta su propia carne. (Proverbios 11, 17)

  • No te juntes con los borrachos ni con los que se hartan de carne, (Proverbios 23, 20)


“O amor e o temor devem sempre andar juntos. O temor sem amor torna-se covardia. São Padre Pio de Pietrelcina