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  • Al llegar a los corrales de ovejas que están junto al camino, donde había una cueva, Saúl entró a hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva, estaban sentados David y sus hombres. (I Samuel 24, 4)

  • David se levantó del suelo, se bañó, se perfumó y se cambió de ropa. Luego entró en la Casa del Señor y se postró. Una vez que volvió a su casa, pidió que le sirvieran de comer y comió. (II Samuel 12, 20)

  • Aquel día, el ejército entró furtivamente en la ciudad, como lo hubiera hecho un ejército avergonzado por haber huido del combate. (II Samuel 19, 4)

  • David entró a su casa en Jerusalén. Entonces el rey tomó a las diez concubinas que había dejado al cuidado de la casa y las puso en un recinto bien custodiado. Él proveía a su mantenimiento, pero no tuvo más relaciones con ellas, y así estuvieron recluidas, viviendo como viudas, hasta el día de su muerte. (II Samuel 20, 3)

  • Benaías entró en la Carpa del Señor y dijo a Joab: "El rey ordena que salgas". Pero él replicó: "No, moriré aquí". Benaías llevó la respuesta al rey: "Joab ha dicho esto y me ha respondido así". (I Reyes 2, 30)

  • Así lo hizo la mujer de Jeroboám: partió hacia Silo y entró en la casa de Ajías. Este ya no podía ver, porque había perdido la vista a causa de su vejez. (I Reyes 14, 4)

  • entró Zimrí, lo hirió de muerte y reinó en lugar de él. Era el vigésimo séptimo año de Asá, rey de Judá. (I Reyes 16, 10)

  • Cuando Zimrí vio que la ciudad era tomada, entró en el torreón del palacio real, prendió fuego al palacio y así murió. (I Reyes 16, 18)

  • Allí, entró en la gruta y pasó la noche. Entonces le fue dirigida la palabra del Señor. (I Reyes 19, 9)

  • El rey de Israel se fue a su casa malhumorado y muy irritado, y entró en Samaría. (I Reyes 20, 43)

  • Y el rey de Israel dijo a Josafat: "Yo me voy a disfrazar para entrar en batalla, pero tú quédate con tus vestiduras". El rey de Israel se disfrazó y entró en combate. (I Reyes 22, 30)

  • En seguida entró, se encerró solo con el muchacho y oró al Señor. (II Reyes 4, 33)


“Jesus vê, conhece e pesa todas as suas ações.” São Padre Pio de Pietrelcina