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  • Él ordenó: "Si salieron en son de paz, captúrenlos vivos, y si salieron en plan de guerra, también captúrenlos vivos". (I Reyes 20, 18)

  • Durante tres años, no hubo guerra entre Arám e Israel. (I Reyes 22, 1)

  • El rey de Arám, por su parte, había dado esta orden a los treinta y dos comandantes de sus carros de guerra: "No ataquen a nadie, ni pequeño ni grande, sino sólo al rey de Israel". (I Reyes 22, 31)

  • El rey de Moab, al ver que la guerra estaba perdida para él, reunió a setecientos hombres armados de espada, para abrirse una brecha hacia el rey de Edóm; pero fracasó. (II Reyes 3, 26)

  • El rey de Arám estaba en guerra con Israel. Cuando él se reunía en consejo con sus oficiales y decía: "Acamparé en tal o cual lugar", (II Reyes 6, 8)

  • y él envió caballos, carros de guerra y un fuerte destacamento, que llegaron durante la noche y cercaron la ciudad. (II Reyes 6, 14)

  • A la mañana siguiente, el servidor del hombre de Dios se levantó de madrugada y salió. Y al ver que las tropas rodeaban la ciudad con caballos y carros de guerra, dijo a Eliseo: "Ay, señor, ¿cómo vamos a hacer?". (II Reyes 6, 15)

  • Luego Eliseo oró diciendo: "Señor, ábrele los ojos para que vea". El Señor abrió los ojos del servidor, y él vio que la montaña estaba repleta de caballos y carros de guerra alrededor de Eliseo. (II Reyes 6, 17)

  • Jorám partió entonces para Saír con todos sus carros de guerra. Por la noche, se levantó y derrotó a los edomitas, que lo tenían cercado a él y a los jefes de los carros; pero las tropas huyeron a la desbandada. (II Reyes 8, 21)

  • Por eso el Señor no le dejó a Joacaz más que un ejército de cincuenta jinetes, diez carros de guerra y mil hombres de a pie. Porque el rey de Arám había hecho perecer a los demás, y los había reducido a polvo que se pisotea. (II Reyes 13, 7)

  • Porque has derrotado a Edóm, tu corazón se ha engreído. ¡Disfruta de tu gloria, pero quédate en tu casa! ¿Para qué comprometerte en una guerra desastrosa y sucumbir, tú y Judá contigo?". (II Reyes 14, 10)

  • ¿Cómo harías retroceder a uno solo de los más insignificantes servidores de mi señor? ¡Pero tú confías en Egipto para tener carros de guerra y soldados! (II Reyes 18, 24)


“Deus quer que as suas misérias sejam o trono da Sua misericórdia.” São Padre Pio de Pietrelcina