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  • El pueblo, al ver la lealtad de Simón y cómo se interesaba por la gloria de su nación, lo constituyó su jefe y Sumo Sacerdote por todos los servicios que había prestado, por la justicia y la fidelidad que manifestó hacia su nación y por haber buscado de todas las formas posibles la exaltación de su pueblo. (I Macabeos 14, 35)

  • Antíoco, hijo del rey Demetrio, envió desde las islas del mar una carta a Simón, sacerdote y etnarca de los judíos, y a toda la nación, (I Macabeos 15, 1)

  • redactada en los siguientes términos: "El rey Antíoco saluda a Simón, Sumo Sacerdote y etnarca, y a la nación de los judíos. (I Macabeos 15, 2)

  • Pero ahora estoy viejo, mientras que ustedes, por la misericordia del Cielo, están en la mejor edad. Ocupen mi puesto y el de mi hermano, salgan a combatir por nuestra nación y que la ayuda del Cielo esté con ustedes”. (I Macabeos 16, 3)

  • Ya en el año setenta y nueve del reinado de Demetrio, nosotros, los judíos, les escribimos: "En medio de la tribulación y de la crisis que soportamos durante estos años, desde que Jasón y sus partidarios traicionaron la Tierra santa y el reino, (II Macabeos 1, 7)

  • Porque fue Dios quien expulsó a los que combatían contra la Ciudad santa. (II Macabeos 1, 12)

  • Cuando la Ciudad santa se encontraba en completa paz y las leyes se observaban a la perfección, gracias a la piedad y a la rectitud del Sumo Sacerdote Onías, (II Macabeos 3, 1)

  • Pero él, tomando una noble resolución, digna de su edad, del prestigio de su vejez, de sus venerables canas, de la vida ejemplar que había llevado desde su infancia y, sobre todo, de la santa legislación establecida por Dios, se mostró consecuente consigo mismo, pidiendo que lo enviaran de inmediato a la morada de los muertos. (II Macabeos 6, 23)

  • De este modo, Eleazar deja al morir, no sólo a los jóvenes, sino a la nación entera, su propia muerte como ejemplo de generosidad y como recuerdo de virtud. (II Macabeos 6, 31)

  • Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi alma por las leyes de nuestros padres, invocando a Dios para que pronto se muestro propicio con nuestra nación y para que te haga confesar, a fuerza de aflicciones y golpes, que él es el único Dios. (II Macabeos 7, 37)

  • que declararía libre a la Ciudad santa, a la que antes se había dirigido rápidamente para arrasarla y convertirla en un cementerio; (II Macabeos 9, 14)

  • Y por una resolución votada públicamente, ordenaron que toda la nación de los judíos celebrara cada año esta misma fiesta. (II Macabeos 10, 8)


“Todas as percepções humanas, de onde quer que venham, incluem o bem e o mal. É necessário saber determinar e assimilar todo o bem e oferecê-lo a Deus, e eliminar todo o mal.” São Padre Pio de Pietrelcina